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Crisis (危機) = Paligro (危) + Oportunidad (機)

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Jose Cordeiro, MBA, PhD, Spain 
Director, The Millennium Project / Vice Chair, HumanityPlus

La palabra china para crisis tiene dos caracteres (危機). El primer carácter (危) representa el peligro, y el segundo (機) puede ser interpretado como oportunidad, cambio de tiempo, momento o azar. Aunque el significado de los caracteres puede variar según el contexto y los caracteres cercanos, la comprensión de la crisis (危機) como peligro (危) más la oportunidad (機) puede ayudarnos a analizar la situación actual de nuestro planeta.

Actualmente vivimos en una MegaCrisis, que implica MegaPeligro pero también MegaOportunidad. Aunque el Covid-19 se originó en China, ahora es un problema global y requiere una solución global. Esta MegaCrisis puede ser la MegaOportunidad para avanzar juntos como una familia global en nuestro pequeño planeta, si evitamos el MegaPeligro de estar divididos contra nuestro enemigo común.

El Covid-19 probablemente representa la peor pandemia en aproximadamente un siglo, pero gracias a los avances exponenciales de la ciencia y la tecnología, podríamos ser capaces de detenerla pronto juntos. Estoy convencido de que tendremos algunos antivirales en unas semanas y las primeras vacunas en unos meses. Es muy posible que esta terrible pandemia sea recordada en el futuro por haber sido superada con una rapidez sin precedentes.

El Covid-19 está siendo una gran oportunidad de aprendizaje para la humanidad. Es muy probable que secuenciemos el próximo virus pandémico en sólo dos días, y el siguiente después en dos horas, pero no en dos semanas como lo fue para el Covid-19 ahora, o en dos meses para el SARS hace dos décadas, o en más de dos años para el SIDA hace cuatro décadas:

Después de este Megapeligro, el mundo estará mejor preparado para nuevas pandemias y más desafíos globales como el cambio climático, las guerras, el terrorismo, los terremotos y los tsunamis, los meteoritos y otras amenazas espaciales, entre muchos otros desafíos futuros. Es la MegaOportunidad para que ésta sea la última gran pandemia que sufra toda la humanidad!

Traducción realizada Lucio Henao desde el sitio de https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/FMfcgxwHMsZhbfhkZNFzgnXPFCsnfvSL?compose=DmwnWrRsphDvvQLhPMKvFwRRRcJHcTRpXtlphWgdnrQLDKvGqDlRrGhDvztffCCnpCBswRrdZTqb

Pandemia: ¿una maldición o una bendición disfrazada?

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Sergio Bitar 23 abril, 2020

Esta crisis podría desatar energía y voluntad para transformar la forma de vivir actual, enfrentar el gran desafío del cambio climático, la desigualdad y el individualismo. Será prolongada y ardua, pero creará una gran oportunidad de construir un mundo mejor. Dependerá de la resolución política, la conciencia social y lo que haga cada uno de nosotros. Entonces, esta pandemia podría devenir una bendición disfrazada.

Si se maneja bien, esta pandemia del coronavirus podría crear condiciones propicias para impulsar transformaciones cruciales. Podría devenir una “bendición disfrazada”. Esta pandemia, cuyos efectos serán mucho más sustanciales y duraderos que los que percibimos ahora, puede ser una señal anticipada, una potente advertencia y una alerta para que el ser humano se disponga a cambiar de manera radical su forma de vivir y organizarse.

Hasta días antes de la difusión exponencial de los contagios, el tema más angustiante era el cambio climático. Los datos se iban tornando alarmantes. Los últimos informes nos advertían los riesgos de escasez de alimentos, subidas del mar, amenazas a poblaciones costeras, calor y sequía, incendios, deshielos, desplazamientos de población. Esta pandemia ha pospuesto esas preocupaciones, pero no las ha hecho desaparecer. Por el contrario, ambos fenómenos globales –pandemia y cambio climático– se imbrican entre sí. Cabe reflexionar, entonces, cómo transformar la crisis sanitaria, económica y ecológica en una oportunidad para efectuar reformas que permitan a la humanidad, y a cada gobierno, abordar con audacia y responsabilidad lo que vendrá.

Así lo advierte Hans Joachim Schellnhuber, director emérito del Potsdam Institute: “El cambio climático está llegando al fin del juego, muy pronto la humanidad deberá elegir entre tomar acciones sin precedentes o aceptar que ya es muy tarde y sufrir las consecuencias… si continuamos por el camino actual hay un alto riesgo de terminar con nuestra civilización. La especie humana sobrevivirá de alguna manera, pero habríamos destruido casi todo lo construido en los últimos 2000 años” (Existential climate-related security risk: A Scenario Approach, David Spratt & Ian Dunlop, mayo 2019).

Siendo esta pandemia la primera crisis realmente global y sistémica, ella se propaga a todas las esferas de la vida. Abarca a todos los países, sectores sociales, razas, religiones, grupos etarios; amenaza la salud; se entrelaza con el cambio climático; destruye empleos y daña la actividad productiva y financiera; aumenta la pobreza, y modifica los comportamientos de cada uno de nosotros.

No tenemos claro cómo se retroalimentarán todos estos procesos, pues no hay experiencias que nos guíen. Pero sí intuimos que cambiará la organización de la vida, veremos transformaciones institucionales y de comportamiento, de gran magnitud. La vulnerabilidad personal, que no exime a nadie, nos dispondrá a prevenir y actuar de forma radical. Transformaciones urgentes, que han sido peligrosamente postergadas, serán más viables de realizar. Dependerá de la conciencia de la sociedad y del liderazgo político. Por primera vez el ser humano encara a un mismo enemigo desconocido. Sin duda, este trauma nos sensibilizará también sobre la trascendencia del cambio climático para el futuro de la especie humana.

Anticipación y diseño de nuevas estrategias

Inevitablemente, la atención de los gobiernos y de cada persona, en medio de la incertidumbre y el temor, se vuelca a lo inmediato. ¿Qué podemos atisbar si levantamos la mirada?  Es imprescindible analizar escenarios futuros. La prospectiva, o foresight en inglés, es un método para pensar y situarnos en distintos horizontes, incluso los más dramáticos. Solo así podremos identificar los obstáculos y oportunidades que pueden surgir. La prospectiva complementa la atención a lo inmediato, al explorar y detectar futuros plausibles. Nos da tiempo para adelantarnos, diseñar nuevas estrategias y salir mejor parados. Al analizar distintos escenarios, desde los más moderados, de continuidad, hasta los extremos, de disrupción, se puede disminuir la incertidumbre y seleccionar los que parecen más plausibles para concentrase en ellos y deducir cursos de acción más efectivos.

Esta herramienta es aún más requerida cuando distintos pensadores vaticinan que “la actual pandemia global COVID-19 será vista en retrospectiva como un gran acelerador que nos hizo transitar desde la continuidad del pasado a una nueva era. Solo un acontecimiento como este, que desarma todas nuestras nociones preconcebidas, un quiebre epistémico, tiene el poder transformador general para alterar la condición humana”, así registra Nathan Gardels (The World Post, 21 marzo de 2020).

Hacer sistemáticamente el ejercicio de prospectiva ayuda a los gobiernos, organismos internacionales, instituciones, empresas y sociedad civil. Facilita una reflexión sobre estrategias para encarar diversos escenarios. A partir de ese ejercicio es posible identificar qué iniciativas son transversales y cuáles conviene poner en práctica lo antes posible.

Algunos países avanzados cuentan con capacidades de prospectiva, otros emergentes tienen muy escasos recursos humanos e institucionales para escrutar futuros y anticipar. Es indispensable, por tanto, crear unidades de futuro en los principales centros de gobierno, fortalecer los existentes y conectarlos con equipos de las regiones, empresas y universidades.

¿Qué amenazas se avizoran en el horizonte?

Advertido de los riesgos de errar en circunstancias tan inciertas, aventuro cinco amenazas principales.

  • La transformación climática del planeta modificará la vida, incluso la realidad sanitaria actual. Los virus podrán mutar con los cambios climáticos y surgirán riesgos nuevos. Las pandemias, no las guerras nucleares, serán el mayor peligro de la humanidad. La escasez de agua pondrá en riesgo el consumo humano, afectará la producción de alimentos y provocará migraciones. La altura del mar subirá por el derretimiento de hielos en el Ártico y la Antártica, amenazando ciudades costeras; las inundaciones afectarán a numerosas ciudades y particularmente a las poblaciones donde habitan los pobres; los incendios acrecentarán la deforestación, reduciendo la captura de CO2. Además, como lo advierte la FAO, “el cambio climático impacta la agricultura más allá de los rendimientos de los cultivos (…) afecta también la calidad de los suelos, el ecosistema de los peces y los stocks, la diversidad de los paisajes, la epidemiología y la resistencia antimicrobiana a las pestes y enfermedades” (FAO, The Future of Food and Agriculture: Alternative Pathways to 2050, 2018).
  • Aumentará la desigualdad. El coronavirus puede socavar aún más el sostén económico de las familias modestasMientras no se descubra un tratamiento para los enfermos y vacunas para los sanos, el combate a la pandemia se hará conteniendo la propagación y contagios a través de mascarillas, distanciamiento, cuarentenas y toques de queda. Crecerá la angustia ante el desempleo, el temor ante la recesión económica, y el desabastecimiento de bienes y servicios. La brecha digital puede crecer elevando la desigualdad. En este momento histórico, todos los países enfrentan un dilema mayor: cuánta protección a la salud y cuánta reactivación económica para recuperar empleos y proveer servicios básicos.
  • Estados débiles que carecen de capacidad de conducir, coordinar, financiar y ejecutar las acciones necesarias para proteger a la población. El Estado deberá crecer para proteger la salud de todos, y aplicar mecanismos inéditos de entrega de dinero directamente a cada persona para alimentarse y sobrevivir, y a las empresas para mantener empleos y recuperarse. El nuevo desafío será cómo generar más igualdad con menos recursos. Para crecer, deberán ocurrir modificaciones mayores en la organización de la producción y del consumo, la reducción de la contaminación, digitalización y robotización, diálogo social y consultas ciudadanas, hábitos y comportamientos.
  • La democracia está amenazada. Antes que estallara esta pandemia la democracia estaba asediada en cada país, con gobiernos, instituciones y elites deslegitimadas. Cundía el malestar de rechazo a la desigualdad y la corrupción, una economía casi estancada y protestas sociales en ascenso. La pandemia y la crisis económica agudizarán estos fenómenos. Si a ellos se agrega el temor y la vulnerabilidad, que predisponen a muchas personas a transar libertad por seguridad, aumentan las tentaciones autoritarias. La expansión de la digitalización, el seguimiento y trazabilidad de cada persona, el pago directo a desempleados y pobres para que sobrevivan, pueden abrir paso a sistemas de vigilancia y control social inéditos. Las fuerzas armadas que supervisan cuarentenas y toques de queda pueden tornarse habituales. Pueden acentuarse las actitudes individualistas, pues el temor de ser contagiado puede despertar el egoísmo en vez de la cooperación, y las nuevas tecnologías para cuidar a cada ser humano de la enfermedad pueden servir también para espiarlo y limitar su libertad. El Estado de derecho está en riesgo.
  • El mundo no está preparado para colaborar eficazmente. La disputa geopolítica entre EE.UU. y China no amainará y puede echar por tierra la colaboración global. Tal tensión retardaría la superación de las pandemias y la recuperación económica, esencial para los países que necesitan de reglas internacionales convenidas. “Las desigualdades entre los países y entre grupos sociales que aumentaron la fragilidad del sistema mundial deben ser abordadas de una vez por todas” (CEPAL, Informe Especial, COVID 19, abril 2020). Yuval Harari apunta bien que el dilema de la humanidad es “entre nacionalismo aislacionista y solidaridad”, y advierte que el uso extendido de las tecnologías y la preferencia humana por ceder privacidad y ganar seguridad coloca a la humanidad en el dilema de “gobiernos autoritarios de vigilancia o empoderamiento ciudadano” (The World after Coronavirus, Financial Times, 21 de marzo).

Las oportunidades de cambio

Paralelamente a las amenazas, se crearán circunstancias favorables para realizar transformaciones institucionales, políticas, económicas y sociales que se hallaban pendientes, bloqueadas, o que nunca se habían viabilizado. Es importante vislumbrar esos cambios para anticipar la acción. Veamos algunos.

  • Máxima prioridad será transformar los sistemas de salud, crear un sistema público potente al que accedan todos los habitantes, en condiciones básicas iguales. Después de la gran epidemia de 1918, se transformaron los sistemas de salud, con autoridad central y predominio público. Similar proceso tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial, cuando creció el Estado de bienestar y la equidad. Luego de la pandemia de 2020 el ímpetu será mayor y podría abarcar múltiples iniciativas, formar más personal médico, elevar los recursos para investigación científica, remunerar la labor de cuidado a los vulnerables, mayoritariamente mujeres, coordinar esfuerzos mundiales de investigación y control de armas biológicas. “La salud pública puede transformarse en el eje de la política exterior”, señala Ed Yong en How the Pandemic Will End (The Atlantic, marzo 25, 2020).
  • La digitalización se expandirá exponencialmente a todos los ámbitos de la vida. Las familias de menores ingresos no cuentan ni con habilidades digitales ni dispositivos, ni acceso a banda ancha. El acceso digital es un servicio público y, por tanto, es un derecho que el Estado debe asegurar a todas las personas. La salud será el primer ámbito de intervención y reforma, igual tendencia se dará en educación y el comercio, que verá rápidos progresos, con nuevos sistemas de venta, bodegaje, transporte y pago. Sin embargo, en América Latina la infraestructura y la educación digital son insuficientes y desiguales. Se requerirá de una densificación de la infraestructura, fibra óptica y equipos. Igualmente debe regularse la nueva estructura empresarial, para limitar la concentración en muy pocas empresas integradas verticalmente, que oligopolizan las comunicaciones mundiales y pueden poner en jaque la libertad de expresión y la privacidad, esenciales en una democracia.
  • Los países velarán por su seguridad alimentaria y sanitaria. Tras la interrupción del transporte y cierre de fronteras se ha tomado conciencia de la fragilidad de las cadenas internacionales de producción y del abastecimiento de bienes básicos, alimentación y medicamentos. Ya antes de las actuales inquietudes por escasez, un informe de FAO (op. cit), ponía en duda la capacidad de alimentar a una población mundial que sigue creciendo y se aproximaría a 10 mil millones en 2050. Hay países exportadores de alimentos que, en medio de la pandemia, están suspendiendo envíos al exterior para asegurar su abastecimiento interno. La alta proporción de medicamentos producidos en China e India expone a una dependencia que los países preferirán evitar. Los gobiernos, probablemente, querrán asegurar el abastecimiento interno y tomar distancia de fallas que acontezcan en otras latitudes.
  • Se fortalecerán las políticas de inclusión social. Este virus será un catalizador de la lucha por la igualdad. “Solo las plagas catastróficas y las guerras han impulsado a las sociedades en el pasado a fundamentalmente enderezar la desigualdad social”, señala el historiador de Stanford Walter Scheidel (en su libro The Great Leveler). Se necesitará mayor presencia del Estado para ejecutar nuevas políticas sociales y apoyar directamente a cada familia. Luego de la crisis, se pueden avizorar fuertes presiones para avanzar hacia un nuevo sistema de protección social con garantía a derechos básicos. Un nuevo pacto social será indispensable para absorber al impacto de los cambios tecnológicos en el futuro del empleo. La robótica y la inteligencia artificial elevarán la productividad, pero también provocarán desempleo en quienes realizan labores rutinarias. Sin una acción enérgica en favor de la alfabetización digital y la protección del trabajador y su familia durante la transición a nuevos empleos, se elevará la desigualdad. Si los países consiguen avanzar en inclusión, tendrán menos conflictividad, más acuerdo social y legitimidad para progresar. Esta es una condición para gobernar en sociedades democráticas.
  • Nuevas reformas para afianzar el respeto a los Derechos Humanos, elevar la participación y distribuir el poder. La opinión pública exigirá a los gobiernos, partidos políticos y organizaciones sociales empoderar a los ciudadanos y ampliar la inclusión. Los poderes especiales que se le puedan delegar a un gobierno durante una emergencia deberán ser proporcionales, temporales y estar sujetos a la fiscalización de otros poderes del Estado, de la sociedad civil y de los medios de comunicación. Asegurar el derecho igualitario al agua y al acceso digital será una demanda de la ciudadanía. El avance de la democracia dependerá de lograr la cohesión social, la igualdad y de compartir un proyecto nacional solidario.
  • Los Estados nacionales asumirán un mayor poder de conducción estratégica, que haga imperar las prioridades de la sociedad sobre las decisiones del mercado. Una mayor gravitación del Estado en la conducción de la sociedad Estado no implica un aparato central burocrático ni propietario de innumerables empresas públicas que reemplacen a las privadas. Las nuevas instituciones públicas se extenderán en dos direcciones. Una, hacia la descentralización, donde las personas puedan ejercer su participación y decisión en forma directa, más cercanas a sus municipios y autoridades locales. La otra, avanzar hacia la colaboración y coordinación internacional, alejarse del aislacionismo, fortaleciendo las instancias multilaterales, a fin de responder a los problemas globales que afectan a todos los países.
  • Acciones multilaterales para afianzar la colaboración global. En medio de esta crisis global, salvo la OMS, ha habido escasa intervención de organismos internacionales. Incluso en la Unión Europea, el sistema más sofisticado de integración, cada nación ha reaccionado separadamente. La lógica de “sálvese quien pueda” ha evidenciado la frágil estructura mundial para encarar los enormes desafíos. La forma en que EE.UU. y China regulen su pugna estratégica es esencial para configurar un nuevo orden internacional.  Naciones de Europa, América Latina, Asia y África pueden concertar su colaboración para reformar y reforzar las instancias multilaterales en salud, alimentación, energía, finanzas, cambio climático y paz. Las Naciones Unidas, el FMI y el BM deben desempeñar un rol muy superior al que ejercen hoy. “Los líderes mundiales deben acordar de inmediato el compromiso de destinar 8 mil millones de dólares y financiar las más urgentes brechas de combate al COVID-19” (Plan de Berggruen Institute, del ex Primer Ministro de Inglaterra Gordon Brown y de miembros del 21st Century Council, 12 de abril de 2020)
  • Comportamientos más colaborativos, menos competitivos. ¿Puede aflorar un mundo donde se morigere el individualismo y florezca la solidaridad, donde cada persona aprecie lo esencial y descarte lo superfluo y el despilfarro, donde se aplaque la arrogancia de creer en la supremacía sobre la naturaleza o pensar que somos inmunes? Crecerá la responsabilidad compartida en el hogar y veremos una presencia más activa de la mujer en las actividades públicas.
  • “Hoy creo que tenemos que desacelerar un determinado ritmo de consumo y de producción y aprender a comprender y a contemplar la naturaleza” (entrevista a Papa Francisco, ABC, 8 abril de 2020). La sociedad civil deberá adquirir más poder y autonomía para emprender acciones de interés público y las empresas deberán asumir responsabilidades sociales. Una democracia con poder distribuido está más capacitada para crear una sociedad cohesionada. ¿Cómo estimular y consolidar los valores y actitudes solidarias activas? El mundo que emerja y las posibilidades de cambio dependerán, como señala D. Levy-Strauss, de cuánto cambiarán las preferencias colectivas como consecuencia de la prolongación y profundidad de esta crisis (L´Etre, l´Avoir el le Pouvoir dans la Crise, Slate, abril de 2020).

Chile y América Latina

La anticipación de escenarios y tendencias ayuda a identificar cursos de acción y a preparar programas de futuro en América Latina. La situación actual podría desatar un gran impulso transformador y con ello evitar que se acentúe el rezago, social, económico y democrático de la región.  Surge una gran oportunidad de realizar transformaciones como las siguientes.

  • Una gran reforma del sistema de salud. La segmentación entre lo público y lo privado ha provocado diferencias de calidad inaceptables, que están en el origen de protestas pasadas y latentes en todos los países latinoamericanos, y del estallido social de octubre 2019 en Chile. Emergerán nuevas condiciones favorables para efectuar reformas contundentes, crear un seguro universal, proveer de medicamentos a precios controlados, elevar la producción nacional de genéricos, reforzar el rol público en producción y distribución. Salud no es solo medicamentos y atención médica, también exige terminar con el hacinamiento, y proveer servicios y bienes públicos universales y de mejor calidad. Porque la salud del más modesto es requisito para la salud del más pudiente, todos dependemos de todos.
  • Afirmar la democracia y combatir las tendencias autoritarias. La democracia representativa exigirá numerosas reformas político-institucionales. En América Latina se deberá equilibrar el excesivo poder presidencial. La región carece de mecanismos efectivos de diálogo social, y deberá crearlos para consultar y alentar la participación de la comunidad en las elecciones y decisiones de política pública. Sin instaurar nuevas modalidades de democracia participativa no se logrará fortalecer la democracia representativa. También será prioritario revisar las funciones de las fuerzas armadas. Cuando la principal amenaza ya no son las guerras, ellas deberán especializarse y colaborar en emergencias nacionales y globales, especialmente las derivadas del cambio climático. Igualmente, se ha de reformar a las policías para que actúen en la preservación del orden público con respeto a los Derechos Humanos y al Estado de derecho. A su vez, las nuevas formas de comunicación social deben propender al empoderamiento ciudadano. La democracia requiere resguardar la veracidad, dignidad, libertad y privacidad, impedir el abuso, la distorsión, la manipulación. Por ello será imprescindible regular a las redes y a las grandes empresas que controlan el sistema de comunicaciones sociales.
  • Crear un nuevo sistema de protección social. Sin mayor inclusión social, el sentido de comunidad se debilita y se comprometería la profundización democrática. La aceleración de la digitalización y la consiguiente amenaza de desempleo exigen proteger a las trabajadoras y los trabajadores y sus familias en la transición, y apoyarlos con un gran plan de alfabetización, formación e investigación digital. El llamado “dividendo digital”, fruto de una digitalización vertiginosa, deberá distribuirse mejor. Parte de este proceso se traducirá en la implantación progresiva de un ingreso básico universal que garantice la sobrevivencia de todas las personas y les otorgue autonomía para desarrollarse y aportar a la comunidad. La pandemia hará imperiosa la creación de un nuevo pacto social.
  • Un Estado que conduzca, incluya e innove. Será una prioridad lograr eficiencia y probidad en la provisión de servicios y bienes públicos de calidad para todos, sin exclusión. Sin embargo, eso no basta, el cambio principal radica en la redefinición de sus funciones y el robustecimiento de sus capacidades. Se necesitará un Estado que convoque a la acción conjunta de los principales actores de la sociedad, un Estado solidario que active la inclusión social, un Estado catalizador que impulse la innovación productiva, un Estado garante de una cultura de respeto, dignidad y creatividad, que mejore la convivencia.
  • Un salto en tecnología digital. La educación digital y la infraestructura de acceso son aún débiles. Ambas son esenciales para universalizar y mejorar la atención de salud, educación y potenciar la actividad productiva futura. El trabajo a distancia exigirá la producción de plataformas, equipamiento, capacidad de transmisión, almacenamiento, procesamiento y diseño de algoritmos. América Latina tiene la oportunidad, y Chile la ventaja única, de apoyarse en la intensa actividad astronómica para aumentar su capacidad tecnológica digital. Un gran programa digital representa una tremenda oportunidad. La digitalización y el trabajo a distancia hacen posible también corregir otro gran problema: la excesiva concentración territorial. Las macrociudades generan deseconomías de escala, deterioro de la calidad de vida, hacinamiento, saturación del transporte público. Las ciudades medianas y pequeñas pueden ofrecer una vida mejor.
  • Nuevas bases productivas para crecer y sustentar el bienestar social. La recuperación económica dependerá de la profundidad y duración de la caída. Los países más resilientes podrán recuperarse antes. La clave es la flexibilidad y agilidad para reconvertir actividades productivas e iniciar nuevas. Cada país tiene actividades dominantes y puede crear nuevas actividades competitivas. Chile tiene la ventaja inicial de que sus principales exportaciones –alimentos y cobre– mantendrán una alta demanda. Los alimentos, producidos en tierra y mar, serán claves en condiciones de mayor restricción global de tierra y agua, al igual que el cobre para abastecer la electrificación del planeta (sensores Internet de las Cosas, energías renovables, electromovilidad). Ambos, lamentablemente, enfrentan obstáculos: los alimentos, la aguda restricción de agua; el cobre, su remplazo parcial por reciclaje u otras aleaciones con aluminio o grafeno. Chile debe realizar programas macizos para superar la escasez de agua y aprovechar la abundancia de energía solar. La desalación es imperiosa y posee dos ventajas: cercanía al mar y energía solar. Chile puede desarrollar un plan que incluya el diseño y fabricación de plantas desaladoras y plantas generadoras de energía solar, producir agua y descarbonizar la matriz energética. Ambas son esenciales para la reducción de la contaminación ambiental. El crecimiento solo será posible con un esfuerzo sustantivo en investigación científica y formación técnica. A su vez, las empresas deberán relevar su responsabilidad pública. No basta seguir con la lógica única de maximizar utilidades, han de atender los problemas de la comunidad, cuidar el medio ambiente, innovar, pagar sus tributos, abrir espacio a las mujeres con igualdad de derechos, y a las nuevas generaciones
  • Acción multilateral para fortalecer el sistema internacional. Los desafíos globales no podrán superarse si el mundo se polariza y prosigue la pugna entre China y EE.UU. La pandemia, la economía y el cambio climático requieren una intensa cooperación entre estados, organismos internacionales y actores no estatales. El riesgo de desacoplamiento entre estas dos principales potencias es alto y la disputa puede extenderse al campo tecnológico-militar y también a los “modelos políticos” que representan cada una de ellas. El antídoto para contener esa disputa es el multilateralismo. El G20 debe potenciarse y constituir equipos ministeriales en temas críticos, como la salud y la alimentación, invitando a otros países. Un paso crucial es fortalecer a la OMS, la OMC, impulsar reformas de las NU, el FMI y el Banco Mundial, para crear nuevas instituciones internacionales después de esta prolongada hibernación.

Anticipar para construir un mundo mejor

La prospectiva sirve para anticipar y actuar. Es un modo de pensar que mejora las decisiones al advertir riesgos y detectar oportunidades. América Latina, y Chile en particular, debe reforzar su capacidad de estudio de escenarios posibles y de estrategias nacionales. Cuando se anticipan las transformaciones pueden impulsarse con antelación, es lo que hay que realizar ahora, no esperar la “nueva normalidad”. “Los líderes que ganaron la guerra no esperaron la victoria para planear lo que seguiría. (…) El mismo tipo de prospectiva se necesita ahora” (El virus desnuda la fragilidad del contrato Social, Editorial Financial Times, 3 de abril de 2020).

En esta pandemia cada uno de nosotros se siente vulnerable, frágil y solo o sola. Y también constata que se puede vivir consumiendo menos productos superfluos y conspicuos, viviendo con más igualdad y protegiéndose mutuamente, contaminando menos.

Esta crisis podría desatar energía y voluntad para transformar la forma de vivir actual, enfrentar el gran desafío del cambio climático, la desigualdad y el individualismo. Será prolongada y ardua, pero creará una gran oportunidad de construir un mundo mejor. Dependerá de la resolución política, la conciencia social y lo que haga cada uno de nosotros.  Entonces, esta pandemia podría devenir una bendición disfrazada.

https://www.elmostrador.cl/destacado/2020/04/23/pandemia-una-maldicion-o-una-bendicion-disfrazada/amp/

«RESET»

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No lo imaginábamos. Nadie. Y aún nos parece una pesadilla de la que vamos a despertar con el alba. Claro que se acabará, algún día. Cuanto más ayudemos todos, antes se acabará. Esto incluye a todos los que aprovechan indecentemente la tragedia para aventajar sus intereses. Aparquemos nuestras diferencias aunque luego arreglemos cuentas.

Nunca habíamos afrontado una amenaza de esta índole, ni siquiera con la gripe de 1918, porque la globalización y el entreverado de economías, culturas y personas repercuten en tiempo real en cualquier barbaridad que hagamos en cualquier punto del planeta, tales como los mercados de especies salvajes. Humanos depredadores, preveníos de vosotros mismos. Ni nuestro extraordinario avance científico y tecnológico nos puede proteger de nuestra inmensa estupidez. Por eso si sobrevivimos, no volveremos a lo mismo. O si volviéramos, recurriría la pandemia, esta o las próximas, hasta que hagamos un reset de lo que éramos.

 Sólo hay futuro en una reencarnación colectiva de nuestra especie; se habla de cambio de paradigma

Sólo hay futuro en una reencarnación colectiva de nuestra especie. Esto no tiene que ver con el trasnochado debate ideológico entre capitalismo o socialismo, porque anda que el socialismo realmente existente también se lució. Se habla de cambio de paradigma. Y algo hay de eso. Por ejemplo, esta pandemia debería haber dejado claro que la sanidad, incluyendo obviamente la higiene pública y la salud preventiva, es nuestra infraestructura de vida. Y que no podremos vivir permanentemente del heroísmo de sanitarios que enferman masivamente por falta de equipamiento. Habrá que invertir prioritariamente en sanidad publica porque la privada sirve para lo que sirve, pero cuando hay emergencia tiene que ser absorbida por la pública. Esta inversión es cuantitativa y cualitativa, en material, en equipamiento hospitalario, en atención primaria, en educación del conjunto de la población, en investigación, en remuneración de los sanitarios y en formación de médicos, enfermeros y sanitarios en general, con universidades y escuelas reforzadas y mejor dotadas para que puedan acoger muchas más vocaciones de servicio.

Ahora se pone en evidencia, más allá del sistema sanitario, la necesaria prioridad de lo público en la organización de la economía y la sociedad. Que no es estatización, porque cada fórmula de defensa del interés público debe adaptarse a las características de cada sociedad. De la misma forma en que la Gran Depresión y la II Guerra Mundial exigieron romper con el fundamentalismo del mer­cado para proteger derechos sociales y la vida en general, aun conservando el dinamismo del mercado para aquello en lo que es útil. De la misma manera se hace necesaria una revitalización del sector público acompañada de una reforma que lo desburocratice y despolitice.

Por ejemplo, se ha podido constatar la hipocresía social e institucional del respeto a los viejos, a quienes se deja en situación de extrema precariedad cuando las familias no pueden ocuparse de ellos. En parte por la privatización de las residencias, que muestra que la lógica de ganancia no se adecua a un cuidado costoso en personal y equipamiento. Pero también en la asistencia pública residencial porque los recortes presupuestarios y la negligencia de muchas instituciones han abandonado a su suerte a nuestros viejos, como demuestra el altísimo porcentaje de defunciones registradas en esos auténticos campos de muerte durante la pandemia. Sólo una intervención pública masiva, no únicamente en gasto, sino en gestión, puede evitar que esto se repita.

De inmediato se argumenta que cómo se paga. Es evidente que con nueva fiscalidad y aumento de la productividad, no hay otra. Lo cual no quiere decir más impuestos para la gente, sino obtener recursos de allá donde está concentrado el 75% de la riqueza mundial, a saber, los mercados financieros globales y las grandes multinacionales evasoras legales de impuestos precisamente por su movilidad fiscal y su manejo de los entramados legales. Planteando además el incremento de la productividad, que pasa por recursos humanos (o sea, sector público), ciencia (o sea, sector público), infraestructura tecnológica (conexión público-privado) y transformación empresarial mediante la aplicación de nuevo conocimiento y tecnología a la gestión de las empresas. Adentrándose también en el complejo terreno de la productividad y eficiencia del sector público, desde la administración hasta la educación.

Sin embargo, el reset más profundo es el que está teniendo lugar en nuestras mentes y en nuestras vidas. Es el darnos cuenta de la fragilidad de todo lo que dábamos por descontado, de la importancia de los afectos, del recurso a la solidaridad, de la importancia del abrazo, que nadie nos va a quitar, porque más vale morir abrazados que vivir acoquinados. Es el sentir de que el dispendio consumista en el que hemos malgastado recursos no es necesario, porque unas tapas en una terraza entre amigas no necesita mucho más. ¿Saben que los escandalosos traspasos multimillonarios del fútbol se han terminado? Y los Messi del mundo no por eso van a dejar de jugar, porque lo llevan en la sangre.

El reset necesario es un portal a otra forma de vivir, otra cultura, otra economía. Mejor lo valoramos porque la alternativa es la ­nostalgia masoquista de un mundo que se fue para no volver. La vida sigue, pero otra vida. Depende de nosotros que la hagamos maravillosa.

LA CRISIS DEL COVID-19 Y NUESTRA CAPACIDAD DE ANTICIPACIÓN

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Estamos viviendo a escala global y local una crisis sanitaria de enormes consecuencias, actuales y futuras, no solamente para la salud de las personas y una lamentable pérdida de vidas humanas, sino para nuestra economía, empleos, convivencia social y relaciones internacionales.

La emergencia de un patógeno de la familia de los coronavirus, que mutaría para convertirse en una nueva amenaza global, virus que ha sido llamado COVID-19, fue prevista y anunciada por organizaciones científicas y centros de estudios prospectivos globales sistemáticamente durante a lo menos las dos últimas décadas. El más reciente fue el de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que el año pasado emitió el informe “Un mundo en peligro”, sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias, indicando la urgencia de la detección, preparación,  respuesta y recuperación como un “bien público mundial”.

Pese a las advertencias, los gobiernos y organismos políticos internacionales no atendieron a estos llamados, y fueron tomados por sorpresa, han sido lentos e imprecisos para reaccionar.

El Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia hace notar en estos momentos que la falta de preparación que evidencian las medidas descoordinadas, parciales, extemporáneas y a veces contradictorias, adoptadas por autoridades de diferentes países y organizaciones, incluido nuestro país, se debe precisamente a la ausencia de un sistema de análisis prospectivo, permanente e institucionalizado, que tenga por misión anticipar escenarios futuros y recomendar a las autoridades medidas preventivas, junto con apoyar la generación de políticas públicas de largo plazo acordes con las tendencias locales y globales. Este sistema debe facilitar la instalación de unidades prospectivas en las distintas organizaciones del Estado, Universidades, empresas y regiones, y disponer de una instancia de coordinación de ellas a nivel nacional. Mediante la prospectiva estratégica, es posible anticipar escenarios plausibles, estar preparados en caso de su ocurrencia y así reducir la incertidumbre, y preparar a las instituciones del Estado, los servicios públicos y la ciudadanía para enfrentar eventos como el actual.

Junto con las necesarias medidas para paliar los graves efectos de esta crisis, consideramos que de esta situación deberemos sacar las lecciones adecuadas para las próximas emergencias que ocurrirán. Y atendiendo al proceso constituyente en el que nuestro país deberá transitar, el Consejo estima que es la oportunidad para establecer, a nivel constitucional, un organismo del Estado al más alto nivel, encargado de realizar sistemáticamente estudios prospectivos, anticipar escenarios, coordinar a las unidades prospectivas de las distintas instituciones, y la sociedad civil, asesorarlas, y contribuir a orientar las políticas públicas para estar siempre preparados.

Santiago, 1 de abril de 2020.
Sergio Bitar, Presidente
Paola Aceituno, Vicepresidenta
Paula Solar, Directora Ejecutiva
Héctor Casanueva, Director
Claudio Huepe, Director
Marcelo Ramírez, Director

LO NUEVO NORMAL

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LIDERAZGO DE PENSAMIENTO

La nueva normalidad

¿Cómo será el mundo cuando la interrupción haya pasado?

AUTORES

Tobias Rooney DIRECTOR COMERCIAL

Tian Zhang CONSULTOR DE GESTIÓN, INSIGHTS & DATA ADVISORY, CAPGEMINI

 Traducido por Lucio Henao desde fuente original en inglés: “The new normal” abril 12 2020, https://www.fahrenheit-212.com/boiling-point/the-new-normal

 

Este no es otro artículo sobre cómo hacer frente al Coronavirus, sino sobre cómo lidiar con el aspecto del mundo cuando esa interrupción haya pasado.

Los negocios y los mercados están reaccionando fuertemente y con preocupación al Coronavirus. No es sorprendente que los mercados de valores se desplomen y las cadenas de suministro se vean significativamente interrumpidas. Estas son preocupaciones comerciales inmediatas que las empresas deben manejar. Pero, ¿y ahora qué? ¿Qué sucede después? ¿Cómo cambiará el mundo y cómo podemos salir fortalecidos?

La nueva normalidad

Este es un momento de perturbaciones inesperadas y la pregunta más estratégica sobre la que deben reflexionar las empresas es «¿qué sigue?

¿Qué, después de que el Coronavirus haya venido y se haya ido, cómo será el mundo?

Hablando con mi colega, Tian, plantea la pregunta de una «nueva normalidad»:

¿Qué pasa si, después de este estallido inicial de cambio y perturbación, con los mercados, las empresas, la gente en la perturbación, el mundo encuentra su nuevo equilibrio en algún lugar diferente a cuando entramos en esta perturbación? Tal vez más insidiosamente, ¿qué cambios fundamentales están ocurriendo en el fondo que han sido oscurecidos?

La última gran perturbación fue el colapso financiero de 2007/8, en el que se sintieron efectos similares en el mercado de valores y hubo un nivel de ansiedad similar en la población en general. Uno de los resultados en el Reino Unido fue un cambio en el comportamiento de los consumidores. En la precrisis, Aldi, una cadena de supermercados alemana que se distinguía por sus bajos precios, había entrado en el Reino Unido. Aldi llegó en 1990 con poca fanfarria y poco éxito inicial.

Despreciado por muchos con sólo el 20% de los clientes más ricos (grupo ABC1) comprando. Era visto como un producto barato con baja elección y calidad media. Pero durante la crisis esto cambió drásticamente y a finales de 2008 la cuota de ABC1 era del 50% de los clientes de Aldi y el negocio había crecido un 25%. Este crecimiento continuó, así que el año pasado vio un aumento del 10% en las ventas, poniéndolo al alcance de los 4 primeros.

La crisis financiera había empujado un comportamiento de compra y el consumidor del Reino Unido fue empujado de un comportamiento donde tendían a comprar en una tienda se convirtió, como resultado de una búsqueda de valor, en otro donde los compradores utilizan cada vez más las tiendas múltiples para obtener las mejores ofertas y en particular utilizan Aldi. Al mismo tiempo hemos visto el precio de las acciones de Tesco caer de un máximo de 479 libras a finales de noviembre de 2007 a alrededor de 192 libras diez años más tarde. Este es un caso clásico de clientes que atraviesan una crisis, que salen de un conjunto de comportamientos existentes y encuentran un nuevo equilibrio después de la crisis, que continúa hasta el día de hoy.

La lógica dominante en los supermercados es que hay productos en línea como los de primera necesidad – pasta, alimentos enlatados, papel higiénico y compras fuera de línea/en la tienda donde los consumidores quieren tocar, ver y oler los productos. Actualmente estamos viendo un aumento triple en China de las compras de mariscos, frutas y verduras frescas, ¿qué pasaría si esto se convierte en la «Nueva Normalidad»?

Los cambios más obvios que estamos experimentando es un cambio a la compra en línea, así como a los modelos de acceso remoto. De nuevo en China se puede ver un aumento en la búsqueda y compra de vehículos en línea. Si esta comodidad, empujada por la crisis actual se convierte en la nueva normalidad, ¿qué tan diferente será el ambiente de la venta al por menor? Como destaca Tian, las experiencias arraigadas en el toque personal y la experiencia como el lujo podrían convertirse en algo no deseado, ¿querrá la gente pasar una hora siendo atendida en una tienda con alto contacto? ¿Se mantendrá la visión existente de que «el tiempo en las tiendas es proporcional a las ventas»?

Una opinión es que cualquier experiencia que se pueda manejar a distancia será manejada a distancia durante este período. La pregunta para los negocios es si habiéndose acostumbrado a la nueva experiencia si los clientes volverán alguna vez.

Más allá del cambio de fuera de línea a línea podría haber cambios más amplios y profundos en lo que los clientes valoran. Cuando la gente deje de viajar, ¿cambiará su sentido de las vacaciones y viajará a algo nuevo y diferente? ¿O la pérdida de los viajes tendrá el efecto contrario, la gente verá los viajes como un nuevo momento liberador? ¿O volverá a ser como siempre?

Las muchas preguntas anteriores resaltan una cosa: una interrupción significativa crea oportunidades para que los clientes «restablezcan las expectativas». Cuando se interrumpen nuestros hábitos, tendemos a ver el mundo a través de nuevas perspectivas.

Los momentos de interrupción significativa abren la posibilidad de que los clientes, un mercado, un ecosistema cambien a un nuevo equilibrio. Las empresas deben ser sensibles a esto – el peligro es que las necesidades a corto plazo establecen la trampa de que volveremos a los negocios como de costumbre.

Cómo comprometerse con esto…

Este fue el resultado cuando la crisis del petróleo golpeó en la década de 1970. Shell había hecho un montón de escenarios sobre diferentes futuros. Cuando llegó la crisis y los precios del petróleo se dispararon, reconocieron un escenario que habían explorado, una nueva normalidad de precios altos. Habiendo pensado en esta posibilidad, Shell estaba viva a los indicadores. Como otras compañías petroleras tardaron años en adaptarse porque esperaban que el mercado volviera a la normalidad. Esto ayudó a la compañía a capear la volatilidad de los años 70, trayendo ganancias financieras de miles de millones de dólares gracias a la reconfiguración o venta de refinerías e instalaciones, o a las decisiones de no reemplazarlas.

Estos cambios son difíciles de anticipar precisamente porque se sitúan fuera del marco cotidiano de la empresa y son de difícil a imposible acceso. Incluso Shell le dirá que el pensamiento era muy fuerte, pero cambiar una organización para hacer esto es difícil.

Desde nuestra experiencia, aquí hay cuatro ideas a considerar:

  1. Reconocer y prepararse para el período de flujo después de la interrupción

Los nuevos comportamientos transitorios durante este tiempo pueden ser engañosos porque no pueden ser más que una respuesta inmediata al paso de la perturbación. Pueden no ser buenos indicadores de la nueva normalidad o señalar el retorno al antiguo equilibrio.

La duración de este período depende de la cadencia de nuestro negocio, y la del mercado. Consigue lo que mides: sé consciente de las tentaciones y los peligros de aplicar definiciones de éxito previamente estratégicas a un mercado cambiado.

  1. Aplicar una visión de ecosistema

Como dijo el economista estadounidense Thomas Schelling, «una cosa que una persona no puede hacer, por muy riguroso que sea su análisis o heroica su imaginación, es elaborar una lista de cosas que nunca se le ocurrirían».

Este es el desafío para las empresas que imaginan una Nueva Normalidad, basada en nuevas perspectivas. La manera de hacerlo es buscar estímulos que salgan de la empresa y entren en el cliente/ecosistema para leer cómo las cosas podrían ser muy diferentes.

  1. Volver a los primeros principios y entender el «trabajo por hacer»

La mayoría de los negocios se dieron cuenta de esto hace muchos años, y posteriormente lo han olvidado – ¡a quién le importa, el producto todavía se vende! Volver a entender lo que realmente estás resolviendo para hoy (y lo bien que lo estás haciendo) te da visibilidad de lo frágil que eres y de lo que probablemente desencadena un cambio.

La miopía del marketing/orientación al producto (la preocupación de convertir lo que tienes en dinero) es una amenaza muy real. La necesidad de adoptar una orientación de mercado (en lugar de abordar las necesidades en evolución) será clave para establecer la relevancia y la posición.

Alentados por las circunstancias, los clientes estarán más abiertos a buscar otra «solución». Esa solución podría haber estado ahí todo el tiempo y podría tener muchas razones para ser una mejor respuesta, pero la inercia ha impedido que se convierta en dominante. La pregunta para las empresas es si su respuesta y la inercia (oculta tras unas cifras de ventas estables) son puntos de equilibrio frágiles. Así que retroceda, comprenda el trabajo que está resolviendo y su fragilidad e inercia y busque cómo podría resolverse ese trabajo en otro lugar, y luego envuelva su métrica alrededor de él.

  1. Desempolve su previsión

Para aquellos que tienen una disciplina de previsión bien desarrollada, ahora es un buen momento para revisar esos escenarios y oportunidades a la luz de los cambios para ver si hay patrones interesantes en juego. Lo que no fue posible puede ser ahora, ¿hay una micro oportunidad en el libro de jugadas que cree un buen momento para probar y aprender? En este momento las empresas deberían estar tan interesadas en las sondas (ofertas diseñadas para obtener una rápida percepción) como en los productos (ofertas para impulsar los ingresos).

Para aquellas organizaciones que están menos familiarizadas con los enfoques de previsión, ahora es un buen momento para tomar cualquier tiempo de reflexión disponible y observar los cambios clave a su alrededor, cosas que son las reglas actuales de su negocio e imaginar lo que sucedería si se rompieran. Desde aquí puede crear un tablero de juego alrededor de la Nueva Normalidad. El tablero de juego se convierte en un telón de fondo de pensamiento y a medida que las cosas suceden tienes un lugar para tomar decisiones rápidas, una forma de identificar nuevas oportunidades, una forma de volver a encender las ofertas existentes rápidamente y con propósito.

Traducido por Lucio Mauricio Henao desde la fuente original en inglés: “The new normal”  Logo OrgProspectiva t

LOS FALSOS PROFETAS DE LA POSPANDEMIA

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La pandemia generada por el CORVID-19 disparó infinitas especulaciones sobre el mundo posible después de la crisis. Especular es enormemente atractivo. Es gratuito, salvo que uno invierta sus propios limitados recursos – vida, tiempo, dinero. Compartir ilusiones y miedos es una oportunidad tentadora, pero se puede convertir en un ejercicio narcisista cuando se tiran al viento pronósticos vagos, en especial en circunstancias como estas.

La buena prognosis demanda perspectiva, lo cual es difícil considerando que estamos en medio de la pandemia, un terremoto que sacude a la vez a sistemas políticos, económicos, sociales e informativos. De hecho, expertos en la pronosticación basada sobre big data y complejas inferencias, como epidemiólogos, asesores financieros, y estimadores de riesgo empresarial han mostrado cautela más que una confianza arrolladora. Saben que no sabemos qué vendrá. La pandemia puede ser un game changer, pero no sabemos hacia dónde.

Como comunidad global, jamás hemos vivido algo similar. Es una situación sin precedentes, conclusión que aunque habitualmente es dicha con facilidad en este caso puede aplicarse. Jamás hubo tal grado de conexión mundial que explique tanto la rápida dispersión del virus como sus inmediatas consecuencias en la vida cotidiana. Esta pandemia no es directamente comparable a las recurrentes epidemias que azotaban pueblos europeos, la gripe “española” de 1918 (en realidad, “norteamericana” ya que se originó en Kansas), o las varias epidemias de una década atrás (SARS, Ebola). La historia ofrece importantes sugerencias, pero no brinda lecciones que se puedan calcar y aplicar a futuro. Que la pandemia del CORVID-19 sea incomparable no quiere decir que sea peor o mejor, sino que plantea interrogantes únicos sobre los que carecemos de respuestas obvias: duración, continuación, impacto económico y laboral, epidemias recurrentes. Las condiciones actuales son demasiado fluidas para ponernos en el rol de pitonisas.

En este paraíso de incertidumbres, reputados filósofos publicados en varios sitios en Internet sus pronósticos sobre la pospandemia. Estos vaticinios fueron reproducidos en el libro Sopa de Wuhan, titulo infeliz considerando que ignora que no hay que ligar enfermedades con nación, etnia o religión que alimentan el racismo y la xenofobia reinante.

El infaltable Slavoj Zizek, siempre listo para anunciar que el futuro es inevitablemente socialista, aventuró que “el virus matará al capitalismo”. Lo describió como “la técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos”, analogía obtenida no de las lecciones de la toma de la Bastilla o la guerrilla de Sierra Maestra, sino de la película Kill Bill. Fiel a su estilo punzante y combativo, Zizek no explica como ocurriría tamaño proceso, si se viene un socialismo global o acotado a algunos países, o si vivimos en la antesala de un socialismo leninista, lacaniano o ligeramente caviar. Pareciera que Zizek se regodea en que sus especulaciones salvajes atraigan atención, y que le aburre elaborar argumentos sistemáticos y estratégicos sobre el gran momento de quiebre capitalista.

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Uno asume que alguien con un currículo pobre de pronósticos certeros y profuso en juicios ofensivos, como dice razonablemente Moeller-Nielsen, se hubiera llamado a modestia sobre la situación actual. En especial con temas que están fuera de sus zonas de expertise como epidemiologia, virología y economía. Ludwig Wittgenstein aconsejó “que sobre lo que uno no puede hablar, uno debe estar en silencio”. Recordemos que hace una década Zizek predijo que el sistema capitalista se acercaba a su punto final. Y que apostó por Trump en la elección de 2016 especulando que así el liberalismo norteamericano se radicalizaría, lo cual llevaría a la aceleración de las contradicciones en el corazón del imperio. Mezcló ilusiones primaverales con facultades analíticas.

Apoyar a Trump es, como mínimo, irresponsable y cínico, en particular si no se sufren directamente los embates de sus promesas y políticas nefastas contra mujeres, inmigrantes, minorías, salud y educación. Esperar el surgimiento de un actor revolucionario en una supuesta extremización muestra un conocimiento superficial de la política estadounidense. El probable candidato demócrata Joe Biden es un máximo representante del establishment desde hace cuatro décadas. De igual modo, existe un enorme apoyo por causas centristas o moderadamente de izquierda en grandes sectores de la opinión pública sobre tema urgentes como la economía, la desigualdad, la violencia, el racismo. Las propuestas más destacadas de Bernie Sanders, el supuesto líder de la izquierda radical en los ojos de Zizek, son convencionalmente socialdemócratas en un país afirmado a la derecha del conservadurismo europeo del siglo veinte. No hay radicalización. No hay guerra civil en los demócratas. La revolución puede esperar sentada.

Byung-Chul Han, otro filósofo influyente en ciertos círculos intelectuales, observa astuto que Zizek se equivoca al inferir que el virus es la estocada final al capitalismo. Han predice un capitalismo recargado y el surgimiento de formas alternativas de movilización. La revolución se hace con personas más allá de situaciones particulares, dice con acierto. Han avizora más de lo mismo (o peor). La razón es sencilla: no hay evidencia concreta que ayude a imaginar una trayectoria diferente. Sin embargo, se apura al sentenciar sin evidencia que “el virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte”.

Hay ejemplos cabales de solidaridad y unión canalizadas por plataformas digitales, como así también movilizaciones para que los gobiernos sean sensibles y atiendan de forma urgente la situación de los más excluidos. El aislamiento físico no necesariamente individualiza cuando se pueden mantener y recrear formas de comunidad. De hecho, expertos en temas de sociabilidad digital, como Sherry Turkle, vienen anticipando nuevas formas de construir y mantener lazos sociales. Varios ejemplos durante la pandemia confirmarían esta idea, en tanto personas a lo ancho del planeta se han replegado en la vida social digital para combatir la separación, ansiedad, miedo, depresión, y soledad.

Giorgio Agamben, otra estrella de la filosofía contemporánea, descarta la importancia del COVID-19 con una frase históricamente equivocada (“es una gripe normal”, sentencia similar a la de otros expertos en virología como Jair Bolsonaro y Donald Trump). Flirtea con teorías conspirativas sobre la “invención” de la pandemia sin ofrecer pruebas. Sus piruetas discursivas desconocen un cuerpo de conocimiento que categóricamente concluye lo contrario, lo cual es una omisión de conveniencia o desprolijidad intelectual. Como cualquier teoría conspirativa, pretende estar libre de esa pegajosa molestia de mostrar evidencia irrefutable sobre una confabulación. Es difícil creer que los Estados necesitan generan pánico colectivo, como argumenta, y que la pandemia sea un momento finamente planeado. No está claro que “los Estados” y el capitalismo están ganando o que hayan “necesitado” la crisis considerando que el gran capital global atravesaba un espléndido momento en la última década después de la recesión del 2008. Varios criticaron a Agamben por sus especulaciones, como Paolo Flores d’Arcais, director de la revista de izquierda MicroMega, quien lo acusó de propagar la “filosofia del cazzo”.

Un punto común en estas predicciones distintas es la desprolijidad: especular sobre temas que se carece de evidencia y desconocer trabajos metódicos sobre epidemiologia, economía y vida digital. Es tentador dar impresiones del momento en medio de la abundancia de información y la velocidad de los acontecimientos. El problema son las boconadas que muestran el mismo rigor que las visiones de un tarotista improvisado.

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Filosofar sobre el futuro, de forma omnívora, es sencillo. Solo basta pensar y hablar al micrófono abierto. Sin embargo, se cae fácil en generalizaciones que dejan a un lado lo que expertos saben y desconocen. En un mundo de celebridades intelectuales, se emiten visiones aventuradas y rimbombantes (¡Viene el socialismo! ¡Estamos solos! ¡Hay conspiración!) que corren con ventaja sobre diagnósticos y especulaciones cuidadosas, difícilmente atractivos para los grandes titulares. Conclusiones como “No tenemos certezas”, “Hay varios escenarios posibles” o “Es complicado” carecen de similar encanto en un mundo de frases máximas y trilladas. En la infinita lista de profecías ligeras e incumplidas, la charlataneria du jour hace recordar el apotegma de Lao Tzu, “Quienes tiene conocimiento, no predicen. Quienes predicen, no tiene conocimiento”.

La pandemia revela un conjunto de problemas. Acentúa debilidades en los sistemas de salud a nivel nacional y global, producto del vendaval del mercantilismo exacerbado, los laberintos bizantinos de organizaciones internacionales, así como la ignorancia y el cortoplacismo del liderazgo político. Muestra fragilidades de economías que  priorizan los intereses del gran capital y condenan a millones al trabajo informal sin protección social de ningún tipo. Expone la falta de preparación a pesar de las constantes alertas de expertos en salud y servicios de inteligencia  sobre posibles pandemias. Desnuda el vacío de liderazgo y coordinación a nivel mundial.

La pandemia también abre otra oportunidad para el cinismo de gobiernos que prefieren redoblar la apuesta por la ignorancia y la satanización de los críticos. Magnifica las enormes desigualdades sociales para enfrentar los múltiples frentes de la crisis (distanciamiento social, cuarentena, desempleo, transporte, acceso a alimentos y salud). Deja ver el instinto autoritario de gobiernos que no dudan en aprovechar la crisis para concentrar poder y perseguir a disidentes. Refleja déficits en la producción y el consumo de información certera, empática y amplia. Confirma la dependencia que tenemos de plataformas comerciales offline y online para la distribución de información de interés público y el contacto mediatizado.

Estas son las circunstancias que deben ser incorporadas a la hora de imaginar futuros posibles. No hay modelo único de sociedad que nos espera en la pospandemia por la sencilla razón que no hay situaciones o condiciones idénticas. Cada país enfrenta la pandemia y sus efectos con lo puesto en términos de calidad de sistemas públicos y privados de salud, tradiciones de individualismo y solidaridad, preferencias ideológicas, escenarios de poder, capital humano e institucional.

Países donde el populismo viene en alza, como Hungría, India, y Filipinas quizás estén más cerca de soluciones proto-fascistas y de una rápida transición al barbarismo que de la solidaridad, la ayuda mutua o una versión benigna del socialismo. Es factible que otros, como Estados Unidos, insistan con las mismas políticas que condujeron a la crisis, gracias a la descomunal influencia de los grupos de poder y a dosis abundantes de etnonacionalismo, racismo, desigualdad, subsidio corporativo, y anti-globalismo. Algunos países quizás migren a un estatismo acentuado con escaso control social, bajo el argumento que soluciones férreas desde arriba son imprescindibles en situaciones de emergencia y riesgo. En cambio, pareciera que otros países optarían por medidas keynesianas en la economía y por apuntalar el estado de bienestar en áreas como salud, transporte, pensiones, cuidado infantil, trabajo doméstico, y educación. Esto implicaría un reacomodamiento político significativo por la sencilla razón que nadie concede nada ligeramente, aun cuando se agudiza el riesgo global.

La suspensión o eliminación del neoliberalismo en servicios sociales no ocurrirá solo porque sus estandartes vayan a aprender las dificultades de construir sociedades para minorías. Los libertarios no dejan de serlo porque se dan cuenta de sus errores, piden disculpas, prometen hacer trabajo comunitario, y conceden derrota agitando la bandera blanca. Cuando disminuya el sentimiento de riesgo y urgencia actual, es imaginable una reversión al estado pre-pandemia. Tantas veces se dio por muerto al neoliberalismo que sorprendería que este fuera un nuevo episodio de una realidad que se repite en un loop eterno, como la vida en El Dia del Marmota. No sabemos lo que se viene ni si será mejor o similar para todxs.

Las salidas de la pandemia, cualquier sea su horizonte moral y visión social, demandan ideas, política y poder. No es una refundación o transformación brusca caída del cielo. Por el contrario, como muestran distintos estudios históricos sobre pos-epidemias, hay una continuación de tendencias anteriores y desvíos limitados impulsados por acciones particulares. Si bien es cierto que las crisis pueden producir cambios fundamentales, las ideas y el poder de la imaginación juegan un papel fundamental.

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Recojo la observación de Alain Touraine en una entrevista reciente en El País, “Lo que más me impresiona ahora, en tanto que sociólogo o historiador del presente, es que hacía mucho tiempo que no sentía un tal vacío imaginación responsable”. Sin ideas ni imaginación responsable y rigurosa es imposible pensar soluciones progresistas que permitan construir sociedades más equitativas y mejor preparadas para combatir epidemias y otros problemas, con especial atención a los más necesitados y urgidos en un mundo instalado en la derecha y con fuertes tendencias irracionalistas y autoritarias.

Si algo aprendimos de cambios estructurales en la economía y la sociedad en el último medio siglo es la importancia de las ideas circulantes y su capacidad de influencia en el poder. Las crisis abren la posibilidad de cambio real, pero las acciones dependen de las ideas existentes. La lección de cualquier quiebre estructural y giro social es desarrollar ideas alternativas, mostrar su efectividad e institucionalizarlas hasta que parezca de sentido común implementarlas. Esto fue dicho por Milton Friedman, ideólogo clave del neoliberalismo, pero podía haber sido dicho por cualquier revolucionario más allá de simpatías ideológicas.

Cuando se piensa a partir de pálpitos, sin considerar múltiples factores y saberes, sobresale el dogma y las consignas fáciles. No hay que confundir expectativas con posibilidades, ni aspiraciones con situaciones existentes y tendencias de largo plazo. Debiéramos ser modestos a la hora de hacer conjeturas y respetuoso de los datos y tendencias. Ser utópico o pesimista puede ser una virtud; avizorar futuros deseables como deporte, sin explicación coherente y seria, es inútil. El arte de la barata profecía no ayuda a comprender el presente. Como una silla mecedora, nos mantiene entretenidos sin llevarnos a ningún lado.

Como observó Richard Rorty, “la filosofía no es un campo en el que uno logra grandeza ratificando las intuiciones previas de la comunidad”. Se precisa pensamiento serio, fundado, flexible, imaginativo con perspectiva histórica y social. Ideas hechas, frases ostentosas y promesas superficiales devuelven el júbilo de la tribuna propia, pero no ayudan a enfrentar el desafío. Se necesita trazar líneas para entender cómo llegar a un futuro mejor desde la preocupante situación presente. Se necesitan hojas de ruta sensibles a las circunstancias y los recursos sociales disponibles – ideas, instituciones, estrategias, públicos. Esta es una necesidad urgente en medio de la muerte, la desesperación, y el aumento de la miseria social.

  • Silvio Waisbord –  ACADEMICO

    Silvio Waisbord es Profesor en la Escuela de Medios y Asuntos Públicos en George Washington University, Estados Unidos y actualmente es profesor invitado en la Universidad de Pennsylavnia. Es autor y editor de dieciocho libros sobre periodismo, política y comunicación. Ver más

  • Julieta De Marziani  ILUSTRADOR

    Julieta De Marziani tenía 23 años y estaba desempleada. Le dijeron que había un laboratorio “de algo”, con horario corrido y buenos sueldos y fue. Era un laboratorio fotográfico. Ver más

Prologando un una nueva vida activa

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Por una nueva vida activa: prólogos a cada discurso posible sobre un futuro mejor

Para que los discursos sobre un futuro mejor después del final de la pandemia no sean ilusorios, es necesario pensar en un cambio real de paradigma en el orden social y cultural del mundo. En esto, la tecnología tiene un papel auxiliar, no uno central. El verdadero progreso humano pasa por una nueva «vida activa» que reemplaza el modelo (im) productivo del presente y una nueva relación con los habitantes no humanos del planeta.

Aunque es prematuro, cualquier reflexión sobre el mundo que seguirá al final de la pandemia de Covid-19, la más grave que la humanidad ha enfrentado desde 1918, no debe tratar tanto con las semillas del futuro presente hoy, sino con Nuestra visión del mañana. Nunca como en este momento, el paso del futuro previsible al futuro preferible es indispensable; porque es fácil imaginar que, cesó la emergencia y encontrar los medios para limitar los futuros ciclos a través de las vacunas contra la gripe, terapias o prácticas de salud pública, todo puede volver a la normalidad, mientras que es obvio que una parte creciente de la población mundial no quiere en absoluto una mero retorno al pasado .

Navega en un presente incierto

La epidemia de peste que se desencadenó en Europa a mediados del siglo XIV cambió radicalmente las estructuras sociales de finales de la Edad Media, favoreciendo la apertura y el progreso cultural, económico, científico y político. Es de esperar que algo así también ocurra en el futuro cercano. Como en la sociedad belle époque , aunque dominada por innovaciones tecnológicas rápidas, transformaciones y prosperidad, hubo una amenaza abrumadora de una amenaza oscura, similar al iceberg que en 1912 hundió la mayor maravilla de la ingeniería naval de la época, el Titanic, y que se manifestó en toda su violencia con La Primera Guerra Mundial, que disolvió antiguos imperios y desencadenó una aceleración del cambio que tendría repercusiones durante todo el siglo XX, por lo que en los últimos años, aunque intoxicados y deslumbrados por el extraordinario progreso de la ciencia y la tecnología, sentimos que el camino tomado era, después de todo, el mejor, y que algunas incógnitas peligrosas corrían desde el futuro . Ahora que hemos llegado al punto de inflexión, percibimos cómo nunca antes la fragilidad del presente y la imponderabilidad del futuro.; nuestra forma de andar segura y decidida se ha vuelto incierta, estamos a tientas, sentimos que la sólida realidad está fallando bajo nuestros pies y tenemos la impresión de navegar por las arenas movedizas.

Esta percepción deriva del hecho de que lo que parece imposible e impensable ha reemplazado el futuro posible y pensable . En la vida de cada uno de nosotros, llega el momento en que nuestra realidad sólida se ve desafiada por la aparición de factores impredecibles e inesperados; La capacidad de aceptar estas incógnitas y adaptarse en consecuencia es una parte integral del proceso de maduración de cada ser humano. Esto es tanto más cierto para los equipos sociales. Observadores autorizados ya han demostrado que una pandemia viral como la que estamos experimentando no puede encajar completamente en la serie «cisne negro», porque tal escenario ya había sido ampliamente previsto por todos los expertos y las alarmas a este respecto se han lanzado durante años en todas las oficinas institucionales del mundo. Aun así, sin embargo, la crisis nos tomó por sorpresa, debido a la extensión del contagio y la velocidad con la que cambió radicalmente nuestras vidas. Es difícil argumentar que podríamos habernos preparado de otra manera; no hay planes compartidos e incluso en la emergencia actual hemos visto a la comunidad científica dividirse en las medidas a tomar. Esta incertidumbre se debe al hecho de que un virus sigue siendo un agente biológico, como tal dotado, aunque en su simplicidad intrínseca, con elementos de imponderabilidad con respecto a un fenómeno físico; y un contagio, en una sociedad complejacomo el global en el que vivimos, es, por definición, un «sistema complejo» que elude las leyes y los modelos predictivos.

Tecnología para una sociedad menos frágil.

Entonces es natural pensar en cómo hacer que el mundo del mañana sea menos vulnerable a crisis como esta, lo que los expertos nos aseguran que volverá a encontrarnos: especialmente desde las dos últimas epidemias, aunque contenidas, debido al coronavirus (SARS y MERS) verificado solo hace unos años, demuestra que la capacidad de este tipo de virus para atacar a los humanos se está acelerando de manera inquietante. Sin lugar a dudas, necesitamos que la humanidad sea capaz de captar nuevas crisis con mucha anticipación e implementar las contramedidas necesarias a tiempo. Aún más, necesitamos modelos sociales más resistentes contra pandemias de este tipo: para las cuales el trabajo inteligente es bienvenidopara mantener las actividades administrativas en funcionamiento, la automatización de fábricas para continuar la producción, el comercio electrónico para garantizar la continuidad del negocio, la eficiencia de la cadena de suministro para optimizar los suministros, la digitalización de la escuela y la universidad para Permitir que los estudiantes continúen entrenando.

La innovación tecnológica nos ha puesto en posición de amortizar parcialmente el daño.de esta crisis, por lo que es absolutamente necesario continuar en este camino para que el futuro no nos sorprenda sin preparación. Se ha señalado correctamente, por ejemplo, que se ha reducido el miedo a los efectos de la pandemia en un país como Estonia, donde la innovación digital se ha desarrollado por completo; Está claro que si una persona mayor puede pagar su pensión en una cuenta bancaria en línea y puede llevar a cabo otros tipos de servicios, desde pagar facturas hasta comprar alimentos, a través de una aplicación, tendrá menos necesidad poner en grave peligro su salud en una cola en las oficinas de correos o en el supermercado, minimizando también la incomodidad inexorable que conllevan las medidas de distanciamiento social. Más aún, una persona mayor que usa personas maduras y responsables.Las redes sociales y los canales de comunicación en línea con los seres queridos y el resto del mundo experimentarán la incomodidad de la soledad en menor medida. En una empresa de este tipo, también es más fácil para el gobierno introducir medidas de apoyo a los ingresos , ya que cualquiera puede solicitar en línea y recibir dinero directamente en su cuenta, sin tener que hacer cola en el banco o la oficina de correos o en el oficina de seguridad social. Todo esto debe convencernos de la necesidad de superar la reticencia natural al analfabetismo digital para crear una sociedad más inteligente capaz de gestionar de forma remota la gran mayoría de sus funciones, sin que nadie se quede atrás.

Auténtico progreso humano

Pero la tecnología por sí sola no es la respuesta. Al releer las crónicas de las epidemias de peste que azotaron cíclicamente a Europa durante casi cinco siglos, descubrimos que las soluciones adoptadas no eran muy diferentes de las actuales (aislamiento, sobre todo) ni el impacto social era diferente : “Detención de actividades familiares , silencio de la ciudad, soledad en la enfermedad, anonimato de la muerte, abolición de los ritos colectivos de alegría y dolor: todas estas fracturas agudas con usos cotidianos fueron acompañadas por una imposibilidad total de formular planes para el futuro «, escribe el historiador Jean Delumeau en su miedo en el oeste. La diferencia entre ahora y entonces viene dada, por un lado, por las posibilidades que la tecnología nos ofrece para sentirnos mucho menos solos y permitirnos continuar, en su mayor parte, nuestra rutina diaria dentro de nuestros hogares; por el otro, por el hecho de vivir en un sistema de bienestar que no deja a las personas en dificultades. No vemos y no veremos muertos en las calles que nadie pueda recoger, lazar de víctimas de la peste abandonadas a la muerte, personas enfermas clavadas en la casa sin comida, hambre y miseria en todas partes. Si es cierto, como dijo el Papa Francisco, que es «antes de sufrir» que «se mide el verdadero progreso de los pueblos», no hay duda de que ha habido un progreso genuino entre las epidemias de ese tiempo y las de hoy. Sentimos con mucha más responsabilidad la necesidad de proteger el derecho de todos a la vida y al cuidado, para garantizar incluso a aquellos que no tienen medios de subsistencia. El progreso tecnológico y el progreso social deben ir de la mano.

Los riesgos de un mundo en el que solo el primero, el progreso tecnológico, forja nuestro futuro son claros. Hoy en día, aquellos que trabajan en el trabajo inteligente a menudo se encuentran trabajando muchas horas más que antes, porque, con la excusa del trabajo ágil, el límite de horas de trabajo es menor . Los grandes volúmenes de datos se ponen al servicio de los proyectos de control social que, si se lleva a cabo por regímenes no democráticos, terminan muy pronto para convertirse en instrumentos de opresión . La hipertrofia de la producción industrial conduce a una reapertura rápida de fábricas, desafiando las obligaciones de salud pública, en virtud de una supuesta superioridad de las necesidades del mercado en comparación con las de los individuos, especialmente si las personas más expuestas son las«Fuerzas improductivas» , es decir, los ancianos.

La tentación de un retiro al ciberespacio

La tentación de retirarse de la vida social es abrumadora. Novelas famosas como The Naked Sun de Isaac Asimov o The Possible of an Island de Michel Houellebecq ya nos han confrontado con un posible resultado de medidas radicales y duraderas de distanciamiento social para salvaguardar nuestra seguridad. Estos escenarios post-humanos no parecen estar muy lejos, si es cierto que una parte importante de nuestra vida diaria ya tiene lugar en un entorno virtual (redes sociales, la web, herramientas de teleconferencia, etc.). Es totalmente concebible un mundo en el que nuestras relaciones cada vez más atomizadas tengan lugar totalmente a distancia, para salvaguardar nuestra longevidad.; aunque un pequeño virus fue suficiente para mostrarnos la ilusión de esos vagos proyectos radicales de longevidad de los que a menudo escuchamos.

Por otro lado, la respuesta colectiva a la pandemia, a pesar de algunas voces importantes en contrario, muestra que para nuestra sociedad no hay «desperdicio de vidas» , que la necesidad de proteger el derecho a la vida de una sola persona es suficiente para imponer medidas. precauciones extraordinarias, en oposición a un modelo social en el que la vejez o la enfermedad (sin mencionar la muerte) se relegan a los márgenes de lo existente. Un futuro inclusivo no solo puede beneficiar a los más jóvenes, los más productivos, los más integrados, los más saludables, sino que tiene en cuenta el hecho de que la parábola de la existencia humana se completa con la vejez (para muchos) y la muerte ( para todos) Ignorarlo significa crear una sociedad esquizofrénica, incapaz de comprender el significado de la existencia y, por lo tanto, aún más incapaz no solo de adaptarse a lo imposible e impensable, sino también de construir cualquier futuro con significado.

En su crónica de la plaga de 1348, Jean de Venette escribe: “Cuando cesaron la epidemia, la peste y la mortalidad, los hombres y mujeres restantes se casaron en competencia. Las mujeres sobrevivientes tuvieron una increíble cantidad de hijos (…). Pero, por desgracia, el mundo no salió mejor de esta renovación: de hecho, los hombres eran aún más codiciosos y tacaños, porque querían tener mucho más que antes «. De ahí la naturaleza ilusoria de los discursos de aquellos que creen que, como por arte de magia, el mundo del mañana será diferente al anterior. Está claro que este no será el caso a menos que insistamos en un cambio de paradigma real en el orden social y cultural del mundo . En esto, la tecnología tiene un papel auxiliar, no uno central. Si, para obligar a las personas a quedarse en casa, un gobierno tiene que usar drones, los sistemas de reconocimiento facial y las aplicaciones de control de movimiento, además de prestar su lado a las desviaciones autoritarias, empujan hacia la responsabilidad del individuo. Por el contrario, el progreso auténtico necesariamente pasa por una mayor responsabilidad para cada uno . Solo si somos capaces de introducir en nuestros comportamientos la obligación de limitar nuestra libertad en beneficio de la supervivencia de los más débiles, demostraremos que somos capaces de construir un futuro mejor e inclusivo. De lo contrario, delegaremos cada vez más nuestra libertad de toma de decisiones a las máquinas.

Repensar la condición humana.

Aquí Hannah Arendt viene al rescate . La filósofa y politóloga estadounidense, en su libro The Human Condition (1958), traducida por nosotros con el título Vita activa , nos ofrece importantes consejos para el futuro. Cuando la desorientación que nos afecta a la mayoría de nosotros deriva del hecho de que no podemos llevar a cabo nuestras actividades diarias, ese es nuestro trabajo, porque todos se reconocen e identifican a sí mismos en el trabajo que hace, Arendt nos recuerda que el trabajo no coincide con la actuación. , en efecto: el » homo faber , el hombre la producción , lleva a cabo su trabajo de manera aislada, incluso cuando él se encuentra en un entorno de mucha gente, como una fábrica o una oficina de espacio abierto. La otra ilusión del trabajo es que siempre es productivo, «por inútil y no duradero que sean sus productos». La suspensión de todas las obras no esenciales, impuestas por el gobierno italiano, nos hizo darnos cuenta, tal vez por primera vez, que una parte no indiferente de nuestras obras no es, de hecho, necesaria,si no para garantizar nuestro sustento. Como una parte preponderante de la producción está automatizada, surgen nichos de empleo completamente auxiliares, que encuentran justificación solo en el círculo vicioso del capital necesario para mantener la relación entre productores y consumidores, sin la cual nuestra sociedad industrial colapsaría. Como explica Arendt en cambio: «La realidad y la fiabilidad del mundo humano se basan principalmente en el hecho de que estamos rodeados de cosas más permanentes de la actividad con la que se producen, y potencialmente más permanentes que la vida de sus autores». Está claro entonces cómo, en un mundo basado en la productividad como un fin en sí mismo, la realidad se desintegra rápidamente cuando se interrumpe el proceso de producción,

Una vida activa , por el contrario, enfatiza el discurso y la acción, condiciones fundamentales de la pluralidad humana.. “La acción, a diferencia de la fabricación, nunca es posible de forma aislada; estar aislado significa ser privado del poder de actuar. La acción y el discurso requieren la presencia de otros «, escribe Arendt nuevamente. En el mundo actual, el «cómo» ha reemplazado al «por qué», el medio, el proceso de producción, se ha vuelto más importante que el final del producto terminado. De manera especular, la tecnología reemplaza a la ciencia, de modo que las soluciones técnicas a los problemas sociales se aplican sin preguntar primero si hay formas más simples y responsables de lograr el mismo fin. Si cedemos a la tentación de refugiarnos en el ciberespacio, donde ni los virus (aparte de los cibernéticos) ni las bacterias pueden alcanzarnos y donde podemos engañarnos a nosotros mismos de que vivimos eternamente,La misma dinámica en el trabajo en el mundo actual también nos llegará . Ya hoy, plataformas digitalescomo Facebook, en realidad nos piden que trabajemos para generar valor, en la forma de los datos que regalamos. A cambio, nos dan la oportunidad de mantener una vida social activa, pero incluso eso podría sacrificarse pronto: ante la posibilidad que se le da al usuario de llevar a cabo discursos significativos, Instagram y TikTok reemplazan los modos de fructificación cada vez menos estructurados, a lo que solo es muy minucioso y al doblar la lógica nativa de esas redes sociales, algunos usuarios pueden pasar mensajes capaces de actuar en el mundo (piense en los memes). El trabajo físico se traslada al mundo digital y se libera cada vez más de la producción física, acelerando la alienación social. Podemos y debemos tener el coraje de imaginar un mundo nuevo donde la vida activa volver a ser centrales para la existencia humana y hacerlo a través de nuestra vida social.

Un nuevo modelo de bienestar para la sociedad post-empleo.

Ante el bloqueo de la producción, la solución más fácil, porque idéntica a la lógica del pasado, es pedir un rápido retorno a la normalidad reactivando fábricas, empresas y establecimientos comerciales. Pero, ¿por qué no imaginar algo igualmente simple, pero innovador, cómo garantizar a todos aquellos que no tienen ingresos una base económica con la que reiniciar la economía? ¿Por qué no pensar en liberar el trabajo del apoyo económico ? Si esto representa una solución de emergencia para la que incluso los políticos y economistas más desenfrenados consideran una opción concreta, mañana podría convertirse en una práctica. Si lo pensamos bien, lo que genera más angustia hoy es la impresión de que, al no funcionar, uno está inactivo, improductivo, no vivo. Pero es una ilusión generada por la identificación incorrecta, continuada durante siglos, entre la acción y el trabajo. Un futuro en el que todos los medios de subsistencia están garantizados es un mundo en el que desaparecerá una miríada de trabajos improductivos, inútiles y sin sentido y en el que la acción social en su forma más noble volverá al centro de la sociedad. Luego se liberarán los potenciales necesarios para el progreso humano auténtico, inclusivo y solidario ; incluso más que hoy podemos poner nuestro tiempo y nuestras habilidades al servicio de propósitos más nobles, como ayudar a los que se quedan atrás, los desfavorecidos, los pobres del mundo, los que viven y sufren lejos de nosotros.

Si hay algo que la crisis que estamos experimentando hoy nos enseña, es que el progreso no coincide con la innovación . Para que la innovación tecnológica y científica produzca un progreso real, deben fortalecerse los vínculos entre los seres humanos; El progreso real que percibimos hoy, en comparación con las crisis pandémicas similares del pasado, radica en la empatía que nos empuja a sacrificar el interés de hoy en el bienestar del futuro, la vida de los jóvenes para la supervivencia de los mayores, en un enfoque transgeneracional , la única forma posible de construir un futuro que no sea en detrimento de los más débiles, entre los cuales también debemos contar las generaciones venideras, que hemos privado de muchos de los medios que se nos otorgan.

Desde este punto de vista, las tecnologías son extraordinariamente útiles, ya que no podríamos lograr todo esto sin la automatización de los procesos de producción, la digitalización de los servicios, la desmaterialización de la burocracia; y ni siquiera sin las herramientas que nos permiten hoy aumentar nuestra esfera social, construyendo nuevas redes de interacción. Pero las tecnologías solo son preparatorias para esta transformación: son un medio, no un fin. Si actuar significa, escribe Hannah Arendt, tomar una iniciativa, comenzar, mover algo, la acción, desde este punto de la vida, está muy lejos del trabajo, lo que implica un proceso repetitivo. La diferencia entre la fuerza del proceso de producción, «completamente absorbido por el producto terminado en el que se agota», y la fuerza del proceso de acción, radica en el hecho de que este último «puede crecer a medida que sus consecuencias se multiplican», y estos Los procesos son independientes «del deterioro de los materiales y la mortalidad de los hombres tanto como la duración de la humanidad misma». La acción, por lo tanto, entendida como la esencia auténtica de la condición humana, es lo que nos permite reabrir un futuro cerrado por la estasis de repetición del mundo en el que vivimos.. Para usar una hermosa frase de Marcel Proust, «se les impone la inmovilidad de las cosas que nos rodean (…) por la inmovilidad de nuestro pensamiento hacia ellos».

Un nuevo modelo de convivencia en la Tierra.

Y, sin embargo, la coexistencia de aliados, en la que se desarrolla nuestra vida colectiva, se nos presenta hoy como una amenaza para nuestra supervivencia. Mañana como hoy, nuestro prójimo podría representar un riesgo de contagio ; Este miedo es lo que más nos impulsa hacia un futuro en el que el aislamiento de emergencia se convierte en una práctica diaria. Pero el razonamiento es incorrecto: porque hay una manera de anticipar nuevas pandemias, y es prevenir las zoonosis, es decir, evitar el salto del patógeno del animal al hombre. ¿Cómo podemos hacerlo? Al mejorar radicalmente nuestra relación con la biosfera . No olvidemos que siempre tenemos un gran problema por delante que nos impone una fuerte hipoteca en el futuro. El coronavirus pasa, yoEl cambio climático permanece. Hay, sin duda, una conexión entre los dos; o más bien, la aceleración de los procesos de transformación de los coronavirus (y no solo ellos) es posible gracias al Antropoceno , a partir de esta nueva era en la que el dominio del ser humano se ha extendido a todo el planeta y a toda la vida que contiene. Todos somos conscientes de que nuestra relación con la naturaleza se ha deteriorado irremediablemente.; la quema de bosques destruye hábitats esenciales para especies animales que ni siquiera sabemos que existen, y también nos priva de la posibilidad de acceder a sustancias contenidas en plantas, árboles, hongos y otras plantas que pueden ser esenciales para nuestra supervivencia, como nuevos principios activo contra bacterias resistentes a los antibióticos tradicionales. Al privar a otras especies vivas del futuro, a su vez comprometemos nuestras posibilidades para el futuro. En este contexto, entornos como el de los mercados húmedosLos animales chinos, donde los animales son sacrificados mientras aún están vivos, y cuyos fluidos corporales se mezclan con otras especies humanas, se convierten en incubadoras de bombas bacteriológicas con un potencial extintor para la especie humana. Las granjas intensivas donde nacen y se desarrollan enfermedades del ganado son otras fuentes primarias de saltos de especies de enorme peligro.

Hablando del progreso humano, se ha dicho que el progreso auténtico consiste en la capacidad de empatizar con la vida de los demás , sentir compasión por ellos y actuar para mejorar sus condiciones. Ha llegado el momento de extender esta consideración al dominio de los no humanos, para «hacer nuevas alianzas entre humanos y no humanos», como escribe el filósofo Timothy Morton. La retirada al mundo digital solo nos da la ilusión de poder vivir sin el resto de la biosfera , quizás incorporándonos a la realidad virtual que, sin embargo, se ejecutan en servidores que son parte de este mundo y que se ven afectados por las condiciones del planeta. Además, ahora la neurología y la filosofía cognitiva nos han demostrado que no puede haber inteligencia incorpórea: la encarnaciónes decir, la encarnación de la mente en un cuerpo físico es un requisito previo esencial para el nacimiento de la autoconciencia, porque solo a través de la interacción sensorial con el mundo llegamos a comprendernos a nosotros mismos . Por lo tanto, abandonamos cualquier ilusión de un escape a la trascendencia tecnológica y aceptamos la necesidad de un acuerdo con el mundo del que formamos parte. Solo a través de este proceso evitaremos que la naturaleza, que hoy representa la otredad más radical e inconcebible para nosotros, se convierta en una amenaza real para nuestra supervivencia.

El mito del darwinismo social sigue dominando hoy en día , lo que nos empuja a creer que, en esencia, la existencia es la supervivencia, por lo que ante un riesgo directo para nuestra seguridad, cada estructura social se ve obligada a ceder y llevarnos de vuelta a la «vida desnuda». « homo homini lupus» . Es una idea equivocada y pseudocientífica; La selección natural, más allá de cierto nivel de complejidad, premia la cooperación, no la competencia . Esto se aplica a la especie humana, como lo demuestra la historia reciente; pero también se aplica a otras especies y a las relaciones entre nosotros y ellos. Somos capaces de superar las limitaciones de las leyes de la naturaleza e impulsar la evolución hacia un futuro de cooperación y reconciliación con la biosfera. Esto no tiene nada que ver condiscursos primitivistas o retroutopistas . No se trata de volver a un ideal como estado imaginario de la naturaleza, al «mito del buen salvaje». Las tecnologías y la innovación desde este punto de vista serán una vez más indispensables para mitigar nuestro impacto ambiental, salvaguardar la biosfera y entrar en comunicación con la vida no humana.

Son quizás objetivos tan ambiciosos que es fácil confundirlos con utopía. Pero no hay necesidad de llegar mañana; se trata de indicar un horizonte dentro del cual estructurar la acción de esta y las próximas generaciones, hacia un futuro diferente de la mera proyección del presente, que promueve un cambio auténtico, no una fachada. Obviamente, habrá otros «futuros preferidos» que difieran de esto y sus posibles variaciones. Tomar conciencia de ello es un requisito previo indispensable para comprender que es la acción del individuo forjar un mundo nuevo, no la marcha implacable de las fuerzas impersonales.. Una vez más, el primer paso es el empoderamiento personal: no delegar el destino de nuestro mundo a la tecnología, sino comprometernos a realizarlo personalmente. Ningún discurso sobre el futuro es posible sin esta primera conciencia esencial.

Traducción del Italiano, Lucio Henao Abril 10 2020

Cuando ya no esté: Yuval Noah Harari (Parte 1/2)

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Ver video: Yuval Harari en el programa Cuándo ya no esté: Pensar en dentro de 25 años, nos enfrentamos a una gran incertidumbre.

https://youtu.be/hxuKo_VdM9o

“El futuro de la humanidad no son los niños, son los mayores”: Humberto Maturana

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Maturana: “El futuro de la humanidad no son los niños, son los mayores”

De visita en la Región del Biobío, el Premio Nacional de Ciencias conversó sobre la importancia de que los niños crezcan en un espacio que acoja, escuche, se diga la verdad y donde sus preguntas sean contestadas. “Sólo así se transformará en una persona reflexiva, seria y responsable”, aseguró.

Alejandra Jara

 “Cuando uno aplaude a alguien sin haber escuchado nada, entonces uno aplaude las expectativas”, dijo un sorprendido Maturana apenas subió al escenario de la escuela Hipólito Toro y Salas de Chiguayante, en la región del Biobío, donde fue invitado ayer miércoles a inaugurar el año académico.

La noticia de que visitaría la región se masificó rápido y decenas de personas, ajenas a la comunidad educativa del establecimiento, llegaron hasta el colegio para escuchar al Premio Nacional de Ciencias, arriesgándose incluso a que no las dejaran entrar.

Bastó que lo mencionaran como el invitado de honor de esta ceremonia, donde también se premió a los profesores destacados de Chiguayante, para que el público estallara en aplausos mientras las cámaras, que transmitieron en directo su presentación vía streaming, enfocaron a varios jóvenes y adultos que se acomodaron como podían al interior del auditorio donde reinó el silencio durante los poco más de 20 minutos que duró su presentación.

“Pero las expectativas nunca se cumplen, ni las propias, ni las ajenas. Lo cual es bueno. Uno puede escuchar sin prejuicios, sin supuestos, sin exigencias y uno puede hablar también desde la espontaneidad”, recordó el biólogo y autor de El árbol del conocimiento (1984), antes de comenzar a hablar de “Amar educa”, el tema central de su ponencia.

El futuro de la humanidad

“Los niños, niñas y jóvenes se van a transformar con nosotros, con los mayores, con los que conviven, según sea esa convivencia. El futuro de la humanidad no son los niños, somos los mayores con los que se transforman en la convivencia”, dijo Maturana en la mitad de su presentación.

El biólogo se dio cuenta de lo sorprendidos que quedaron los auditores con esta aseveración y continuó: “Nosotros hoy somos el futuro de la humanidad. Los niños se transforman con nosotros. Van a reflexionar, van a mentir, van a decir la verdad, van a estar atentos a lo que ocurre, van a ser tiernos, si nosotros los mayores, con los que conviven, decimos la verdad, no hacemos trampa, o somos tiernos”, explicó.

Por lo tanto, el enseñar, como parte de la convivencia, es indicar, apuntar la mirada, guiar la reflexión, pero “en cualquier caso los niños se van a transformar con los mayores con los cuales conviven”, agregó el biólogo.

“Cuando decimos que amar educa, lo que decimos es que el amar como espacio que acogemos al otro, que lo dejamos aparecer, en el que escuchamos lo que dice sin negarlo desde un prejuicio, supuesto, o teoría, se va a transformar en la educación que nosotros queremos. Como una persona que reflexiona, pregunta, que es autónoma, que decide por sí misma”, sostuvo.

Maturana explicó que una de las cosas que surge del lenguaje es la conciencia. Y que existen dos preguntas fundamentales que los niños viven. Una de ellas es “¿mamá cómo se hace?, lo que revela que el niño quiere hacerlo bien. “Todos queremos hacer bien las cosas que sabemos y por eso preguntamos”, aclaró el biólogo.

Y la otra pregunta es la que le hace la mamá o el papá al niño: “¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?”. “Esa es una pregunta maravillosa, lleva la mirada sobre sí mismo. Abre el espacio de la reflexión”, dijo Maturana.

Y enfatizó: “Amar educa. Si creamos un espacio que acoge, que escucha, en el cual decimos la verdad y contestamos las preguntas, nos damos tiempo para estar allí con el niño o niña, ese niño se transformará en una persona reflexiva, seria, responsable que va a escoger desde sí”.

Porque el acto de escoger es fundamental y constituye un acto de conciencia, aseguró el Premio Nacional de Ciencias Exactas. “El poder escoger lo que se hace, el poder escoger si uno quiere lo que escogió o no, ¿quiero hacer lo que digo que quiero hacer?, ¿me gusta estar dónde estoy?”, son algunas de las preguntas que aparecen”, explicó Maturana.

El origen de los problemas

En su ponencia, Maturana también abordó que los problemas humanos nunca son de inteligencia, sino corresponden a conflictos de emociones. “Son todos conflictos de deseos y se resuelven con la reflexión”, dijo el experto.

También explicó que los humanos hacemos teorías, es decir, constructos lógicos que se fundan en premisas básicas aceptadas a priori desde la emoción. Y para resolver las discrepancias con los otros “hay que ver las coherencias del ámbito en el cual estamos hablando”, agregó el Premio Nacional de Ciencias.

Si no nos podemos poner de acuerdo, es porque estamos en ambos teóricos distintos. Estamos argumentando desde premisas básicas diferentes. “Y la única solución es mirar desde donde estamos diciendo lo que estamos diciendo”, sostuvo Maturana.

En este tema, el ex académico del MIT fue consultado por uno de los asistentes sobre cómo transformar la política pública en educación que está volcada a los indicadores.

“Conversando”, respondió el experto y agregó que “El colegio de profesores se transformó a lo largo de la historia en un sistema gremial, pero en su origen era un sistema de reflexión académica sobre la educación. Un modo de conversar sobre lo que hacemos. Porque si no conversamos ¿qué diremos ante las autoridades gubernamentales?”, se preguntó.

Por lo tanto, lo que hoy hay que responder es “¿qué queremos con la educación”, dijo el biólogo. Es decir, saber si queremos formar jóvenes que se preparen para la competencia del mercado laboral o para una convivencia democrática, honesta, de mutuo respeto, en la colaboración, en la reflexión.

“Ese es nuestro tema, tenemos que conversar. Pero no tenemos que tratar la conversación como algo banal (…) Tenemos que atrevernos no en una huelga, sino en la conversación y la reflexión”, aseguró el Premio Nacional de Ciencias.

Amar educa

“Para que el amar eduque hay que amar y tener ternura. El amar es dejar aparecer. Darle espacio al otro para que tengan presencia nuestros niños, amigos y nuestros mayores”, sostuvo Maturana.

Por eso, la educación es la tarea más importante de un país. “Define el ámbito de convivencia en el que ese país se va constituyendo, momento a momento, día a día”, agregó el biólogo.

Como yo lo había mencionado anteriormente, en este ámbito la reflexión juega un rol fundamental porque permite mirar dónde estamos. “Si no reflexionamos vamos a caer en un fanatismo, en un ámbito de autoridad absoluta para el que otro obedezca”, aseguró Maturana.

Pero a nadie le gusta obedecer, porque es una negación de sí mismo. Sin embargo, en el colaborar “tengo presencia, soy libre, escojo”, lo que recordó que es importante aplicar en la crianza de los niños.

“La educación es una transformación en la convivencia y seguirá un camino u otro según la teoría desde las cuales actuemos. Las teorías no son superfluas, definen el espacio en el que nos movemos y las aceptamos. Pero si aceptamos las teorías aceptamos las premisas básicas desde donde se constituyen, de modo que tenemos que ser siempre, o deberíamos ser capaces, de preguntarnos las premisas básicas desde donde se construyen las teorías, el sistema lógico con el cual fundamentamos lo que hacemos”, concluyó el Premio Nacional de Ciencias.

Después de la guerra

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Todas las guerras acaban. Incluso cuando son contra un enemigo invisible que amenaza a los humanos como especie. La cuestión es cómo, cuándo, con qué sufrimiento y cuáles serán sus consecuencias.

Es difícil pensar en el día después cuando estamos sumidos en la angustia, confinados, enmascarados, sintiendo enfermedad y muerte alrededor. Y sin embargo, sabemos que en algún momento habrá un brote de alegría, de volver a sentir el placer del paseo, del juego, del abrazo, de la vida en las calles, en los parques, en las playas, en los bosques y en restaurantes a rebosar de fiesta. La vida, ahora en suspenso, retornará. Con el añadido de una nueva filosofía espontánea del placer infinito de las pequeñas cosas. Sentir la belleza de la vida sin más, apreciar el simple hecho de ser y de estar, de amar y ser amados, con un sentimiento nuevo de solidaridad como si siempre estuviéramos aplaudiendo a las ocho. Volverá la luz. Con sus ­tonos rosados de amanecer y rojizos de atardecer, con un aire fresco renovado porque dejamos de contaminar por un tiempo.

Podemos ir a una crisis económico-social o a una nueva cultura del ser, que es necesaria para sobrevivir

Nada volverá a ser como antes. Nosotros, todos, saldremos transformados de esta experiencia. Pero ¿habremos aprendido algo sobre nuestro modo de vivir, de producir, de consumir, de gestionar? ¿Sabremos interpretar esta brutal advertencia para prevenir otras pandemias, claramente posibles por nuestra interconexión global? ¿Y la catástrofe ecológica predicha por los científicos y cuyos signos se multiplican mientras los congresos se divierten? ¿Podemos rectificar colectivamente e institucionalmente la dinámica de autodestrucción en la que nos ­hemos metido? Nunca hemos tenido tanto conocimiento y nunca hemos sido tan irresponsables con su uso. Tal vez la posguerra sea el punto de inflexión que estábamos ­esperando.

Pero la posguerra será dura, todas lo son. Pasado el momento de euforia de disfrutar de las risas y juegos de nuestros niños en libertad habrá que enfrentar la realidad de una crisis económica y financiera que podría ser tan grave como la del 2008, con un aparato productivo dañado, un sistema sanitario exhausto, una cooperación europea en entredicho, una economía global desglobalizada de forma caótica, un resurgimiento del nacionalismo primitivo del cierre de fronteras contra el mal que viene de fuera, una proliferación de bulos dañinos, difundidos por poderes fácticos o mentes calenturientas, un orden geopolítico trastocado por la superioridad china en la respuesta a la crisis, mientras que la errática política de otros países habrá mostrado los destrozos de la ideología neoliberal en la vida de la gente.

Esa posguerra hay que prepararla desde ahora, porque la forma en que gestionemos la crisis, con prioridad absoluta a la salud de la población, hará más o menos difícil la reconstrucción. A una economía de guerra tendrá que sucederle una economía de posguerra, en la que el gasto público sea el motor de la recuperación, como lo ha sido en todas las posguerras. Pero que sólo se consolidará si se genera empleo y si la gente se siente segura y recupera su vida cotidiana.

La financiación de esa política expansiva, más allá del obligado endeudamiento, requerirá imaginación para crear una nueva arquitectura financiera y capacidad de gestión para operar una economía distinta, que no caiga en la trampa secular de una austeridad de servicios esenciales. Porque el Estado de bienestar es la fuente de productividad que es la fuente de riqueza. Pero también ­sería el momento de ensayar modelos no consumistas que conduzcan a la transición ecológica y cultural que tanto se proclama pero que se practica aún tímidamente. ¿Puede reactivarse la economía disminuyendo el consumo superfluo? Sólo si hay un cambio en los patrones de gasto, que faciliten la inversión, mantengan empleo e incrementen productividad.

Los servicios básicos (lo que se recortó en las políticas de austeridad destructivas) deberían ser no sólo el motor de la inversión sino también de la demanda. Y no habrá otra forma de financiarlo a largo plazo que mediante un aumento de la carga fiscal a grandes bolsas de acumulación de capital que hoy día tributan poco o nada. Reinventar la fiscalidad quiere decir superar el enfoque de gravar sobre todo a las personas o a las empresas para centrarse en una regulación impositiva del mercado global de capitales que hoy día ha perdido gran parte de su función productiva para incrementar sus ganancias mediante creación de valor virtual y crecientemente inestable. Una fiscalidad inteligente adaptada a nuestro tiempo podría a la vez generar recursos para gasto público de manera no inflacionista y regular los flujos globales de capital. Entre la desglobalización aventurada y la globalización descontrolada de capital hay margen para iniciativas coordinadas de los estados que asuman un control estratégico de la economía en un marco al menos europeo.

Esa economía debería, además de ser sostenible, incluir un Estado de bienestar desburocratizado y preparado para los choques venideros. Choques que serán tanto menos dañinos cuanto que vayamos encontrando un equilibrio entre producir, vivir y convivir. Convivir entre nosotros y con este maravilloso planeta azul que seguimos maltratando. Después de la guerra podemos desembocar en una espantosa crisis económico-social o en una nueva cultura del ser, sin la cual no sobreviviremos mucho tiempo.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/opinion/20200328/48119609179/despues-de-la-guerra.html?fbclid=IwAR2D4IMm0n-AEYeNHCuqh23rZbRWoPlg8rSX1_zh821t560QsSsCklX5gkM