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LIDERAZGO DE PENSAMIENTO
¿Cómo será el mundo cuando la interrupción haya pasado?
AUTORES
Traducido por Lucio Henao desde fuente original en inglés: “The new normal” abril 12 2020, https://www.fahrenheit-212.com/boiling-point/the-new-normal
Este no es otro artículo sobre cómo hacer frente al Coronavirus, sino sobre cómo lidiar con el aspecto del mundo cuando esa interrupción haya pasado.
Los negocios y los mercados están reaccionando fuertemente y con preocupación al Coronavirus. No es sorprendente que los mercados de valores se desplomen y las cadenas de suministro se vean significativamente interrumpidas. Estas son preocupaciones comerciales inmediatas que las empresas deben manejar. Pero, ¿y ahora qué? ¿Qué sucede después? ¿Cómo cambiará el mundo y cómo podemos salir fortalecidos?
La nueva normalidad
Este es un momento de perturbaciones inesperadas y la pregunta más estratégica sobre la que deben reflexionar las empresas es «¿qué sigue?
¿Qué, después de que el Coronavirus haya venido y se haya ido, cómo será el mundo?
Hablando con mi colega, Tian, plantea la pregunta de una «nueva normalidad»:
¿Qué pasa si, después de este estallido inicial de cambio y perturbación, con los mercados, las empresas, la gente en la perturbación, el mundo encuentra su nuevo equilibrio en algún lugar diferente a cuando entramos en esta perturbación? Tal vez más insidiosamente, ¿qué cambios fundamentales están ocurriendo en el fondo que han sido oscurecidos?
La última gran perturbación fue el colapso financiero de 2007/8, en el que se sintieron efectos similares en el mercado de valores y hubo un nivel de ansiedad similar en la población en general. Uno de los resultados en el Reino Unido fue un cambio en el comportamiento de los consumidores. En la precrisis, Aldi, una cadena de supermercados alemana que se distinguía por sus bajos precios, había entrado en el Reino Unido. Aldi llegó en 1990 con poca fanfarria y poco éxito inicial.
Despreciado por muchos con sólo el 20% de los clientes más ricos (grupo ABC1) comprando. Era visto como un producto barato con baja elección y calidad media. Pero durante la crisis esto cambió drásticamente y a finales de 2008 la cuota de ABC1 era del 50% de los clientes de Aldi y el negocio había crecido un 25%. Este crecimiento continuó, así que el año pasado vio un aumento del 10% en las ventas, poniéndolo al alcance de los 4 primeros.
La crisis financiera había empujado un comportamiento de compra y el consumidor del Reino Unido fue empujado de un comportamiento donde tendían a comprar en una tienda se convirtió, como resultado de una búsqueda de valor, en otro donde los compradores utilizan cada vez más las tiendas múltiples para obtener las mejores ofertas y en particular utilizan Aldi. Al mismo tiempo hemos visto el precio de las acciones de Tesco caer de un máximo de 479 libras a finales de noviembre de 2007 a alrededor de 192 libras diez años más tarde. Este es un caso clásico de clientes que atraviesan una crisis, que salen de un conjunto de comportamientos existentes y encuentran un nuevo equilibrio después de la crisis, que continúa hasta el día de hoy.
La lógica dominante en los supermercados es que hay productos en línea como los de primera necesidad – pasta, alimentos enlatados, papel higiénico y compras fuera de línea/en la tienda donde los consumidores quieren tocar, ver y oler los productos. Actualmente estamos viendo un aumento triple en China de las compras de mariscos, frutas y verduras frescas, ¿qué pasaría si esto se convierte en la «Nueva Normalidad»?
Los cambios más obvios que estamos experimentando es un cambio a la compra en línea, así como a los modelos de acceso remoto. De nuevo en China se puede ver un aumento en la búsqueda y compra de vehículos en línea. Si esta comodidad, empujada por la crisis actual se convierte en la nueva normalidad, ¿qué tan diferente será el ambiente de la venta al por menor? Como destaca Tian, las experiencias arraigadas en el toque personal y la experiencia como el lujo podrían convertirse en algo no deseado, ¿querrá la gente pasar una hora siendo atendida en una tienda con alto contacto? ¿Se mantendrá la visión existente de que «el tiempo en las tiendas es proporcional a las ventas»?
Una opinión es que cualquier experiencia que se pueda manejar a distancia será manejada a distancia durante este período. La pregunta para los negocios es si habiéndose acostumbrado a la nueva experiencia si los clientes volverán alguna vez.
Más allá del cambio de fuera de línea a línea podría haber cambios más amplios y profundos en lo que los clientes valoran. Cuando la gente deje de viajar, ¿cambiará su sentido de las vacaciones y viajará a algo nuevo y diferente? ¿O la pérdida de los viajes tendrá el efecto contrario, la gente verá los viajes como un nuevo momento liberador? ¿O volverá a ser como siempre?
Las muchas preguntas anteriores resaltan una cosa: una interrupción significativa crea oportunidades para que los clientes «restablezcan las expectativas». Cuando se interrumpen nuestros hábitos, tendemos a ver el mundo a través de nuevas perspectivas.
Los momentos de interrupción significativa abren la posibilidad de que los clientes, un mercado, un ecosistema cambien a un nuevo equilibrio. Las empresas deben ser sensibles a esto – el peligro es que las necesidades a corto plazo establecen la trampa de que volveremos a los negocios como de costumbre.
Cómo comprometerse con esto…
Este fue el resultado cuando la crisis del petróleo golpeó en la década de 1970. Shell había hecho un montón de escenarios sobre diferentes futuros. Cuando llegó la crisis y los precios del petróleo se dispararon, reconocieron un escenario que habían explorado, una nueva normalidad de precios altos. Habiendo pensado en esta posibilidad, Shell estaba viva a los indicadores. Como otras compañías petroleras tardaron años en adaptarse porque esperaban que el mercado volviera a la normalidad. Esto ayudó a la compañía a capear la volatilidad de los años 70, trayendo ganancias financieras de miles de millones de dólares gracias a la reconfiguración o venta de refinerías e instalaciones, o a las decisiones de no reemplazarlas.
Estos cambios son difíciles de anticipar precisamente porque se sitúan fuera del marco cotidiano de la empresa y son de difícil a imposible acceso. Incluso Shell le dirá que el pensamiento era muy fuerte, pero cambiar una organización para hacer esto es difícil.
Desde nuestra experiencia, aquí hay cuatro ideas a considerar:
Los nuevos comportamientos transitorios durante este tiempo pueden ser engañosos porque no pueden ser más que una respuesta inmediata al paso de la perturbación. Pueden no ser buenos indicadores de la nueva normalidad o señalar el retorno al antiguo equilibrio.
La duración de este período depende de la cadencia de nuestro negocio, y la del mercado. Consigue lo que mides: sé consciente de las tentaciones y los peligros de aplicar definiciones de éxito previamente estratégicas a un mercado cambiado.
Como dijo el economista estadounidense Thomas Schelling, «una cosa que una persona no puede hacer, por muy riguroso que sea su análisis o heroica su imaginación, es elaborar una lista de cosas que nunca se le ocurrirían».
Este es el desafío para las empresas que imaginan una Nueva Normalidad, basada en nuevas perspectivas. La manera de hacerlo es buscar estímulos que salgan de la empresa y entren en el cliente/ecosistema para leer cómo las cosas podrían ser muy diferentes.
La mayoría de los negocios se dieron cuenta de esto hace muchos años, y posteriormente lo han olvidado – ¡a quién le importa, el producto todavía se vende! Volver a entender lo que realmente estás resolviendo para hoy (y lo bien que lo estás haciendo) te da visibilidad de lo frágil que eres y de lo que probablemente desencadena un cambio.
La miopía del marketing/orientación al producto (la preocupación de convertir lo que tienes en dinero) es una amenaza muy real. La necesidad de adoptar una orientación de mercado (en lugar de abordar las necesidades en evolución) será clave para establecer la relevancia y la posición.
Alentados por las circunstancias, los clientes estarán más abiertos a buscar otra «solución». Esa solución podría haber estado ahí todo el tiempo y podría tener muchas razones para ser una mejor respuesta, pero la inercia ha impedido que se convierta en dominante. La pregunta para las empresas es si su respuesta y la inercia (oculta tras unas cifras de ventas estables) son puntos de equilibrio frágiles. Así que retroceda, comprenda el trabajo que está resolviendo y su fragilidad e inercia y busque cómo podría resolverse ese trabajo en otro lugar, y luego envuelva su métrica alrededor de él.
Para aquellos que tienen una disciplina de previsión bien desarrollada, ahora es un buen momento para revisar esos escenarios y oportunidades a la luz de los cambios para ver si hay patrones interesantes en juego. Lo que no fue posible puede ser ahora, ¿hay una micro oportunidad en el libro de jugadas que cree un buen momento para probar y aprender? En este momento las empresas deberían estar tan interesadas en las sondas (ofertas diseñadas para obtener una rápida percepción) como en los productos (ofertas para impulsar los ingresos).
Para aquellas organizaciones que están menos familiarizadas con los enfoques de previsión, ahora es un buen momento para tomar cualquier tiempo de reflexión disponible y observar los cambios clave a su alrededor, cosas que son las reglas actuales de su negocio e imaginar lo que sucedería si se rompieran. Desde aquí puede crear un tablero de juego alrededor de la Nueva Normalidad. El tablero de juego se convierte en un telón de fondo de pensamiento y a medida que las cosas suceden tienes un lugar para tomar decisiones rápidas, una forma de identificar nuevas oportunidades, una forma de volver a encender las ofertas existentes rápidamente y con propósito.
Traducido por Lucio Mauricio Henao desde la fuente original en inglés: “The new normal”
La pandemia generada por el CORVID-19 disparó infinitas especulaciones sobre el mundo posible después de la crisis. Especular es enormemente atractivo. Es gratuito, salvo que uno invierta sus propios limitados recursos – vida, tiempo, dinero. Compartir ilusiones y miedos es una oportunidad tentadora, pero se puede convertir en un ejercicio narcisista cuando se tiran al viento pronósticos vagos, en especial en circunstancias como estas.
La buena prognosis demanda perspectiva, lo cual es difícil considerando que estamos en medio de la pandemia, un terremoto que sacude a la vez a sistemas políticos, económicos, sociales e informativos. De hecho, expertos en la pronosticación basada sobre big data y complejas inferencias, como epidemiólogos, asesores financieros, y estimadores de riesgo empresarial han mostrado cautela más que una confianza arrolladora. Saben que no sabemos qué vendrá. La pandemia puede ser un game changer, pero no sabemos hacia dónde.
Como comunidad global, jamás hemos vivido algo similar. Es una situación sin precedentes, conclusión que aunque habitualmente es dicha con facilidad en este caso puede aplicarse. Jamás hubo tal grado de conexión mundial que explique tanto la rápida dispersión del virus como sus inmediatas consecuencias en la vida cotidiana. Esta pandemia no es directamente comparable a las recurrentes epidemias que azotaban pueblos europeos, la gripe “española” de 1918 (en realidad, “norteamericana” ya que se originó en Kansas), o las varias epidemias de una década atrás (SARS, Ebola). La historia ofrece importantes sugerencias, pero no brinda lecciones que se puedan calcar y aplicar a futuro. Que la pandemia del CORVID-19 sea incomparable no quiere decir que sea peor o mejor, sino que plantea interrogantes únicos sobre los que carecemos de respuestas obvias: duración, continuación, impacto económico y laboral, epidemias recurrentes. Las condiciones actuales son demasiado fluidas para ponernos en el rol de pitonisas.
En este paraíso de incertidumbres, reputados filósofos publicados en varios sitios en Internet sus pronósticos sobre la pospandemia. Estos vaticinios fueron reproducidos en el libro Sopa de Wuhan, titulo infeliz considerando que ignora que no hay que ligar enfermedades con nación, etnia o religión que alimentan el racismo y la xenofobia reinante.
El infaltable Slavoj Zizek, siempre listo para anunciar que el futuro es inevitablemente socialista, aventuró que “el virus matará al capitalismo”. Lo describió como “la técnica del corazón explosivo de la palma de cinco puntos”, analogía obtenida no de las lecciones de la toma de la Bastilla o la guerrilla de Sierra Maestra, sino de la película Kill Bill. Fiel a su estilo punzante y combativo, Zizek no explica como ocurriría tamaño proceso, si se viene un socialismo global o acotado a algunos países, o si vivimos en la antesala de un socialismo leninista, lacaniano o ligeramente caviar. Pareciera que Zizek se regodea en que sus especulaciones salvajes atraigan atención, y que le aburre elaborar argumentos sistemáticos y estratégicos sobre el gran momento de quiebre capitalista.
Uno asume que alguien con un currículo pobre de pronósticos certeros y profuso en juicios ofensivos, como dice razonablemente Moeller-Nielsen, se hubiera llamado a modestia sobre la situación actual. En especial con temas que están fuera de sus zonas de expertise como epidemiologia, virología y economía. Ludwig Wittgenstein aconsejó “que sobre lo que uno no puede hablar, uno debe estar en silencio”. Recordemos que hace una década Zizek predijo que el sistema capitalista se acercaba a su punto final. Y que apostó por Trump en la elección de 2016 especulando que así el liberalismo norteamericano se radicalizaría, lo cual llevaría a la aceleración de las contradicciones en el corazón del imperio. Mezcló ilusiones primaverales con facultades analíticas.
Apoyar a Trump es, como mínimo, irresponsable y cínico, en particular si no se sufren directamente los embates de sus promesas y políticas nefastas contra mujeres, inmigrantes, minorías, salud y educación. Esperar el surgimiento de un actor revolucionario en una supuesta extremización muestra un conocimiento superficial de la política estadounidense. El probable candidato demócrata Joe Biden es un máximo representante del establishment desde hace cuatro décadas. De igual modo, existe un enorme apoyo por causas centristas o moderadamente de izquierda en grandes sectores de la opinión pública sobre tema urgentes como la economía, la desigualdad, la violencia, el racismo. Las propuestas más destacadas de Bernie Sanders, el supuesto líder de la izquierda radical en los ojos de Zizek, son convencionalmente socialdemócratas en un país afirmado a la derecha del conservadurismo europeo del siglo veinte. No hay radicalización. No hay guerra civil en los demócratas. La revolución puede esperar sentada.
Byung-Chul Han, otro filósofo influyente en ciertos círculos intelectuales, observa astuto que Zizek se equivoca al inferir que el virus es la estocada final al capitalismo. Han predice un capitalismo recargado y el surgimiento de formas alternativas de movilización. La revolución se hace con personas más allá de situaciones particulares, dice con acierto. Han avizora más de lo mismo (o peor). La razón es sencilla: no hay evidencia concreta que ayude a imaginar una trayectoria diferente. Sin embargo, se apura al sentenciar sin evidencia que “el virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte”.
Hay ejemplos cabales de solidaridad y unión canalizadas por plataformas digitales, como así también movilizaciones para que los gobiernos sean sensibles y atiendan de forma urgente la situación de los más excluidos. El aislamiento físico no necesariamente individualiza cuando se pueden mantener y recrear formas de comunidad. De hecho, expertos en temas de sociabilidad digital, como Sherry Turkle, vienen anticipando nuevas formas de construir y mantener lazos sociales. Varios ejemplos durante la pandemia confirmarían esta idea, en tanto personas a lo ancho del planeta se han replegado en la vida social digital para combatir la separación, ansiedad, miedo, depresión, y soledad.
Giorgio Agamben, otra estrella de la filosofía contemporánea, descarta la importancia del COVID-19 con una frase históricamente equivocada (“es una gripe normal”, sentencia similar a la de otros expertos en virología como Jair Bolsonaro y Donald Trump). Flirtea con teorías conspirativas sobre la “invención” de la pandemia sin ofrecer pruebas. Sus piruetas discursivas desconocen un cuerpo de conocimiento que categóricamente concluye lo contrario, lo cual es una omisión de conveniencia o desprolijidad intelectual. Como cualquier teoría conspirativa, pretende estar libre de esa pegajosa molestia de mostrar evidencia irrefutable sobre una confabulación. Es difícil creer que los Estados necesitan generan pánico colectivo, como argumenta, y que la pandemia sea un momento finamente planeado. No está claro que “los Estados” y el capitalismo están ganando o que hayan “necesitado” la crisis considerando que el gran capital global atravesaba un espléndido momento en la última década después de la recesión del 2008. Varios criticaron a Agamben por sus especulaciones, como Paolo Flores d’Arcais, director de la revista de izquierda MicroMega, quien lo acusó de propagar la “filosofia del cazzo”.
Un punto común en estas predicciones distintas es la desprolijidad: especular sobre temas que se carece de evidencia y desconocer trabajos metódicos sobre epidemiologia, economía y vida digital. Es tentador dar impresiones del momento en medio de la abundancia de información y la velocidad de los acontecimientos. El problema son las boconadas que muestran el mismo rigor que las visiones de un tarotista improvisado.
Filosofar sobre el futuro, de forma omnívora, es sencillo. Solo basta pensar y hablar al micrófono abierto. Sin embargo, se cae fácil en generalizaciones que dejan a un lado lo que expertos saben y desconocen. En un mundo de celebridades intelectuales, se emiten visiones aventuradas y rimbombantes (¡Viene el socialismo! ¡Estamos solos! ¡Hay conspiración!) que corren con ventaja sobre diagnósticos y especulaciones cuidadosas, difícilmente atractivos para los grandes titulares. Conclusiones como “No tenemos certezas”, “Hay varios escenarios posibles” o “Es complicado” carecen de similar encanto en un mundo de frases máximas y trilladas. En la infinita lista de profecías ligeras e incumplidas, la charlataneria du jour hace recordar el apotegma de Lao Tzu, “Quienes tiene conocimiento, no predicen. Quienes predicen, no tiene conocimiento”.
La pandemia revela un conjunto de problemas. Acentúa debilidades en los sistemas de salud a nivel nacional y global, producto del vendaval del mercantilismo exacerbado, los laberintos bizantinos de organizaciones internacionales, así como la ignorancia y el cortoplacismo del liderazgo político. Muestra fragilidades de economías que priorizan los intereses del gran capital y condenan a millones al trabajo informal sin protección social de ningún tipo. Expone la falta de preparación a pesar de las constantes alertas de expertos en salud y servicios de inteligencia sobre posibles pandemias. Desnuda el vacío de liderazgo y coordinación a nivel mundial.
La pandemia también abre otra oportunidad para el cinismo de gobiernos que prefieren redoblar la apuesta por la ignorancia y la satanización de los críticos. Magnifica las enormes desigualdades sociales para enfrentar los múltiples frentes de la crisis (distanciamiento social, cuarentena, desempleo, transporte, acceso a alimentos y salud). Deja ver el instinto autoritario de gobiernos que no dudan en aprovechar la crisis para concentrar poder y perseguir a disidentes. Refleja déficits en la producción y el consumo de información certera, empática y amplia. Confirma la dependencia que tenemos de plataformas comerciales offline y online para la distribución de información de interés público y el contacto mediatizado.
Estas son las circunstancias que deben ser incorporadas a la hora de imaginar futuros posibles. No hay modelo único de sociedad que nos espera en la pospandemia por la sencilla razón que no hay situaciones o condiciones idénticas. Cada país enfrenta la pandemia y sus efectos con lo puesto en términos de calidad de sistemas públicos y privados de salud, tradiciones de individualismo y solidaridad, preferencias ideológicas, escenarios de poder, capital humano e institucional.
Países donde el populismo viene en alza, como Hungría, India, y Filipinas quizás estén más cerca de soluciones proto-fascistas y de una rápida transición al barbarismo que de la solidaridad, la ayuda mutua o una versión benigna del socialismo. Es factible que otros, como Estados Unidos, insistan con las mismas políticas que condujeron a la crisis, gracias a la descomunal influencia de los grupos de poder y a dosis abundantes de etnonacionalismo, racismo, desigualdad, subsidio corporativo, y anti-globalismo. Algunos países quizás migren a un estatismo acentuado con escaso control social, bajo el argumento que soluciones férreas desde arriba son imprescindibles en situaciones de emergencia y riesgo. En cambio, pareciera que otros países optarían por medidas keynesianas en la economía y por apuntalar el estado de bienestar en áreas como salud, transporte, pensiones, cuidado infantil, trabajo doméstico, y educación. Esto implicaría un reacomodamiento político significativo por la sencilla razón que nadie concede nada ligeramente, aun cuando se agudiza el riesgo global.
La suspensión o eliminación del neoliberalismo en servicios sociales no ocurrirá solo porque sus estandartes vayan a aprender las dificultades de construir sociedades para minorías. Los libertarios no dejan de serlo porque se dan cuenta de sus errores, piden disculpas, prometen hacer trabajo comunitario, y conceden derrota agitando la bandera blanca. Cuando disminuya el sentimiento de riesgo y urgencia actual, es imaginable una reversión al estado pre-pandemia. Tantas veces se dio por muerto al neoliberalismo que sorprendería que este fuera un nuevo episodio de una realidad que se repite en un loop eterno, como la vida en El Dia del Marmota. No sabemos lo que se viene ni si será mejor o similar para todxs.
Las salidas de la pandemia, cualquier sea su horizonte moral y visión social, demandan ideas, política y poder. No es una refundación o transformación brusca caída del cielo. Por el contrario, como muestran distintos estudios históricos sobre pos-epidemias, hay una continuación de tendencias anteriores y desvíos limitados impulsados por acciones particulares. Si bien es cierto que las crisis pueden producir cambios fundamentales, las ideas y el poder de la imaginación juegan un papel fundamental.
Recojo la observación de Alain Touraine en una entrevista reciente en El País, “Lo que más me impresiona ahora, en tanto que sociólogo o historiador del presente, es que hacía mucho tiempo que no sentía un tal vacío imaginación responsable”. Sin ideas ni imaginación responsable y rigurosa es imposible pensar soluciones progresistas que permitan construir sociedades más equitativas y mejor preparadas para combatir epidemias y otros problemas, con especial atención a los más necesitados y urgidos en un mundo instalado en la derecha y con fuertes tendencias irracionalistas y autoritarias.
Si algo aprendimos de cambios estructurales en la economía y la sociedad en el último medio siglo es la importancia de las ideas circulantes y su capacidad de influencia en el poder. Las crisis abren la posibilidad de cambio real, pero las acciones dependen de las ideas existentes. La lección de cualquier quiebre estructural y giro social es desarrollar ideas alternativas, mostrar su efectividad e institucionalizarlas hasta que parezca de sentido común implementarlas. Esto fue dicho por Milton Friedman, ideólogo clave del neoliberalismo, pero podía haber sido dicho por cualquier revolucionario más allá de simpatías ideológicas.
Cuando se piensa a partir de pálpitos, sin considerar múltiples factores y saberes, sobresale el dogma y las consignas fáciles. No hay que confundir expectativas con posibilidades, ni aspiraciones con situaciones existentes y tendencias de largo plazo. Debiéramos ser modestos a la hora de hacer conjeturas y respetuoso de los datos y tendencias. Ser utópico o pesimista puede ser una virtud; avizorar futuros deseables como deporte, sin explicación coherente y seria, es inútil. El arte de la barata profecía no ayuda a comprender el presente. Como una silla mecedora, nos mantiene entretenidos sin llevarnos a ningún lado.
Como observó Richard Rorty, “la filosofía no es un campo en el que uno logra grandeza ratificando las intuiciones previas de la comunidad”. Se precisa pensamiento serio, fundado, flexible, imaginativo con perspectiva histórica y social. Ideas hechas, frases ostentosas y promesas superficiales devuelven el júbilo de la tribuna propia, pero no ayudan a enfrentar el desafío. Se necesita trazar líneas para entender cómo llegar a un futuro mejor desde la preocupante situación presente. Se necesitan hojas de ruta sensibles a las circunstancias y los recursos sociales disponibles – ideas, instituciones, estrategias, públicos. Esta es una necesidad urgente en medio de la muerte, la desesperación, y el aumento de la miseria social.
Silvio Waisbord es Profesor en la Escuela de Medios y Asuntos Públicos en George Washington University, Estados Unidos y actualmente es profesor invitado en la Universidad de Pennsylavnia. Es autor y editor de dieciocho libros sobre periodismo, política y comunicación. Ver más
Julieta De Marziani tenía 23 años y estaba desempleada. Le dijeron que había un laboratorio “de algo”, con horario corrido y buenos sueldos y fue. Era un laboratorio fotográfico. Ver más
Ver video: Yuval Harari en el programa Cuándo ya no esté: Pensar en dentro de 25 años, nos enfrentamos a una gran incertidumbre.
De visita en la Región del Biobío, el Premio Nacional de Ciencias conversó sobre la importancia de que los niños crezcan en un espacio que acoja, escuche, se diga la verdad y donde sus preguntas sean contestadas. “Sólo así se transformará en una persona reflexiva, seria y responsable”, aseguró.
La noticia de que visitaría la región se masificó rápido y decenas de personas, ajenas a la comunidad educativa del establecimiento, llegaron hasta el colegio para escuchar al Premio Nacional de Ciencias, arriesgándose incluso a que no las dejaran entrar.
Bastó que lo mencionaran como el invitado de honor de esta ceremonia, donde también se premió a los profesores destacados de Chiguayante, para que el público estallara en aplausos mientras las cámaras, que transmitieron en directo su presentación vía streaming, enfocaron a varios jóvenes y adultos que se acomodaron como podían al interior del auditorio donde reinó el silencio durante los poco más de 20 minutos que duró su presentación.
“Pero las expectativas nunca se cumplen, ni las propias, ni las ajenas. Lo cual es bueno. Uno puede escuchar sin prejuicios, sin supuestos, sin exigencias y uno puede hablar también desde la espontaneidad”, recordó el biólogo y autor de El árbol del conocimiento (1984), antes de comenzar a hablar de “Amar educa”, el tema central de su ponencia.
“Los niños, niñas y jóvenes se van a transformar con nosotros, con los mayores, con los que conviven, según sea esa convivencia. El futuro de la humanidad no son los niños, somos los mayores con los que se transforman en la convivencia”, dijo Maturana en la mitad de su presentación.
El biólogo se dio cuenta de lo sorprendidos que quedaron los auditores con esta aseveración y continuó: “Nosotros hoy somos el futuro de la humanidad. Los niños se transforman con nosotros. Van a reflexionar, van a mentir, van a decir la verdad, van a estar atentos a lo que ocurre, van a ser tiernos, si nosotros los mayores, con los que conviven, decimos la verdad, no hacemos trampa, o somos tiernos”, explicó.
Por lo tanto, el enseñar, como parte de la convivencia, es indicar, apuntar la mirada, guiar la reflexión, pero “en cualquier caso los niños se van a transformar con los mayores con los cuales conviven”, agregó el biólogo.
“Cuando decimos que amar educa, lo que decimos es que el amar como espacio que acogemos al otro, que lo dejamos aparecer, en el que escuchamos lo que dice sin negarlo desde un prejuicio, supuesto, o teoría, se va a transformar en la educación que nosotros queremos. Como una persona que reflexiona, pregunta, que es autónoma, que decide por sí misma”, sostuvo.
Maturana explicó que una de las cosas que surge del lenguaje es la conciencia. Y que existen dos preguntas fundamentales que los niños viven. Una de ellas es “¿mamá cómo se hace?, lo que revela que el niño quiere hacerlo bien. “Todos queremos hacer bien las cosas que sabemos y por eso preguntamos”, aclaró el biólogo.
Y la otra pregunta es la que le hace la mamá o el papá al niño: “¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?”. “Esa es una pregunta maravillosa, lleva la mirada sobre sí mismo. Abre el espacio de la reflexión”, dijo Maturana.
Y enfatizó: “Amar educa. Si creamos un espacio que acoge, que escucha, en el cual decimos la verdad y contestamos las preguntas, nos damos tiempo para estar allí con el niño o niña, ese niño se transformará en una persona reflexiva, seria, responsable que va a escoger desde sí”.
Porque el acto de escoger es fundamental y constituye un acto de conciencia, aseguró el Premio Nacional de Ciencias Exactas. “El poder escoger lo que se hace, el poder escoger si uno quiere lo que escogió o no, ¿quiero hacer lo que digo que quiero hacer?, ¿me gusta estar dónde estoy?”, son algunas de las preguntas que aparecen”, explicó Maturana.
En su ponencia, Maturana también abordó que los problemas humanos nunca son de inteligencia, sino corresponden a conflictos de emociones. “Son todos conflictos de deseos y se resuelven con la reflexión”, dijo el experto.
También explicó que los humanos hacemos teorías, es decir, constructos lógicos que se fundan en premisas básicas aceptadas a priori desde la emoción. Y para resolver las discrepancias con los otros “hay que ver las coherencias del ámbito en el cual estamos hablando”, agregó el Premio Nacional de Ciencias.
Si no nos podemos poner de acuerdo, es porque estamos en ambos teóricos distintos. Estamos argumentando desde premisas básicas diferentes. “Y la única solución es mirar desde donde estamos diciendo lo que estamos diciendo”, sostuvo Maturana.
En este tema, el ex académico del MIT fue consultado por uno de los asistentes sobre cómo transformar la política pública en educación que está volcada a los indicadores.
“Conversando”, respondió el experto y agregó que “El colegio de profesores se transformó a lo largo de la historia en un sistema gremial, pero en su origen era un sistema de reflexión académica sobre la educación. Un modo de conversar sobre lo que hacemos. Porque si no conversamos ¿qué diremos ante las autoridades gubernamentales?”, se preguntó.
Por lo tanto, lo que hoy hay que responder es “¿qué queremos con la educación”, dijo el biólogo. Es decir, saber si queremos formar jóvenes que se preparen para la competencia del mercado laboral o para una convivencia democrática, honesta, de mutuo respeto, en la colaboración, en la reflexión.
“Ese es nuestro tema, tenemos que conversar. Pero no tenemos que tratar la conversación como algo banal (…) Tenemos que atrevernos no en una huelga, sino en la conversación y la reflexión”, aseguró el Premio Nacional de Ciencias.
“Para que el amar eduque hay que amar y tener ternura. El amar es dejar aparecer. Darle espacio al otro para que tengan presencia nuestros niños, amigos y nuestros mayores”, sostuvo Maturana.
Por eso, la educación es la tarea más importante de un país. “Define el ámbito de convivencia en el que ese país se va constituyendo, momento a momento, día a día”, agregó el biólogo.
Como yo lo había mencionado anteriormente, en este ámbito la reflexión juega un rol fundamental porque permite mirar dónde estamos. “Si no reflexionamos vamos a caer en un fanatismo, en un ámbito de autoridad absoluta para el que otro obedezca”, aseguró Maturana.
Pero a nadie le gusta obedecer, porque es una negación de sí mismo. Sin embargo, en el colaborar “tengo presencia, soy libre, escojo”, lo que recordó que es importante aplicar en la crianza de los niños.
“La educación es una transformación en la convivencia y seguirá un camino u otro según la teoría desde las cuales actuemos. Las teorías no son superfluas, definen el espacio en el que nos movemos y las aceptamos. Pero si aceptamos las teorías aceptamos las premisas básicas desde donde se constituyen, de modo que tenemos que ser siempre, o deberíamos ser capaces, de preguntarnos las premisas básicas desde donde se construyen las teorías, el sistema lógico con el cual fundamentamos lo que hacemos”, concluyó el Premio Nacional de Ciencias.
Todas las guerras acaban. Incluso cuando son contra un enemigo invisible que amenaza a los humanos como especie. La cuestión es cómo, cuándo, con qué sufrimiento y cuáles serán sus consecuencias.
Es difícil pensar en el día después cuando estamos sumidos en la angustia, confinados, enmascarados, sintiendo enfermedad y muerte alrededor. Y sin embargo, sabemos que en algún momento habrá un brote de alegría, de volver a sentir el placer del paseo, del juego, del abrazo, de la vida en las calles, en los parques, en las playas, en los bosques y en restaurantes a rebosar de fiesta. La vida, ahora en suspenso, retornará. Con el añadido de una nueva filosofía espontánea del placer infinito de las pequeñas cosas. Sentir la belleza de la vida sin más, apreciar el simple hecho de ser y de estar, de amar y ser amados, con un sentimiento nuevo de solidaridad como si siempre estuviéramos aplaudiendo a las ocho. Volverá la luz. Con sus tonos rosados de amanecer y rojizos de atardecer, con un aire fresco renovado porque dejamos de contaminar por un tiempo.
Nada volverá a ser como antes. Nosotros, todos, saldremos transformados de esta experiencia. Pero ¿habremos aprendido algo sobre nuestro modo de vivir, de producir, de consumir, de gestionar? ¿Sabremos interpretar esta brutal advertencia para prevenir otras pandemias, claramente posibles por nuestra interconexión global? ¿Y la catástrofe ecológica predicha por los científicos y cuyos signos se multiplican mientras los congresos se divierten? ¿Podemos rectificar colectivamente e institucionalmente la dinámica de autodestrucción en la que nos hemos metido? Nunca hemos tenido tanto conocimiento y nunca hemos sido tan irresponsables con su uso. Tal vez la posguerra sea el punto de inflexión que estábamos esperando.
Pero la posguerra será dura, todas lo son. Pasado el momento de euforia de disfrutar de las risas y juegos de nuestros niños en libertad habrá que enfrentar la realidad de una crisis económica y financiera que podría ser tan grave como la del 2008, con un aparato productivo dañado, un sistema sanitario exhausto, una cooperación europea en entredicho, una economía global desglobalizada de forma caótica, un resurgimiento del nacionalismo primitivo del cierre de fronteras contra el mal que viene de fuera, una proliferación de bulos dañinos, difundidos por poderes fácticos o mentes calenturientas, un orden geopolítico trastocado por la superioridad china en la respuesta a la crisis, mientras que la errática política de otros países habrá mostrado los destrozos de la ideología neoliberal en la vida de la gente.
Esa posguerra hay que prepararla desde ahora, porque la forma en que gestionemos la crisis, con prioridad absoluta a la salud de la población, hará más o menos difícil la reconstrucción. A una economía de guerra tendrá que sucederle una economía de posguerra, en la que el gasto público sea el motor de la recuperación, como lo ha sido en todas las posguerras. Pero que sólo se consolidará si se genera empleo y si la gente se siente segura y recupera su vida cotidiana.
La financiación de esa política expansiva, más allá del obligado endeudamiento, requerirá imaginación para crear una nueva arquitectura financiera y capacidad de gestión para operar una economía distinta, que no caiga en la trampa secular de una austeridad de servicios esenciales. Porque el Estado de bienestar es la fuente de productividad que es la fuente de riqueza. Pero también sería el momento de ensayar modelos no consumistas que conduzcan a la transición ecológica y cultural que tanto se proclama pero que se practica aún tímidamente. ¿Puede reactivarse la economía disminuyendo el consumo superfluo? Sólo si hay un cambio en los patrones de gasto, que faciliten la inversión, mantengan empleo e incrementen productividad.
Los servicios básicos (lo que se recortó en las políticas de austeridad destructivas) deberían ser no sólo el motor de la inversión sino también de la demanda. Y no habrá otra forma de financiarlo a largo plazo que mediante un aumento de la carga fiscal a grandes bolsas de acumulación de capital que hoy día tributan poco o nada. Reinventar la fiscalidad quiere decir superar el enfoque de gravar sobre todo a las personas o a las empresas para centrarse en una regulación impositiva del mercado global de capitales que hoy día ha perdido gran parte de su función productiva para incrementar sus ganancias mediante creación de valor virtual y crecientemente inestable. Una fiscalidad inteligente adaptada a nuestro tiempo podría a la vez generar recursos para gasto público de manera no inflacionista y regular los flujos globales de capital. Entre la desglobalización aventurada y la globalización descontrolada de capital hay margen para iniciativas coordinadas de los estados que asuman un control estratégico de la economía en un marco al menos europeo.
Esa economía debería, además de ser sostenible, incluir un Estado de bienestar desburocratizado y preparado para los choques venideros. Choques que serán tanto menos dañinos cuanto que vayamos encontrando un equilibrio entre producir, vivir y convivir. Convivir entre nosotros y con este maravilloso planeta azul que seguimos maltratando. Después de la guerra podemos desembocar en una espantosa crisis económico-social o en una nueva cultura del ser, sin la cual no sobreviviremos mucho tiempo.
Un modelo de pensamiento rápido y la lógica difusa procesan la probabilidad
El cerebro dispone de un sofisticado sistema para anticipar el futuro: necesita prepararnos para reaccionar ante cualquier eventualidad y, según una investigación realizada en el Instituto Max Planck (Alemania), lo consigue de forma rápida y con un consumo mínimo de energía.
Saber lo que va a pasar, ya sea inmediatamente o algo más tarde, es un factor crítico para la supervivencia, pero también algo cotidiano: necesitamos saber si va a llover mañana o estamos atentos al disparo que anuncia la salida en una carrera deportiva.
De forma no consciente, el cerebro realiza matemáticas complejas para procesar la información que procede del entorno a través de los sentidos.
Pero cuando se enfrenta a la eventualidad de prepararnos para el futuro, apura sus cálculos: no solo necesita saber qué va a ocurrir, sino también, y no menos importante, cuándo.
La nueva investigación ha descubierto cómo se las ingenia el cerebro para anticipar el futuro, ya sea en circunstancias normales o excepcionales: recurre a un sistema de pensamiento rápido y a la lógica difusa para que reaccionemos adecuadamente.
Pensamiento rápido y lógica borrosa
El sistema de pensamiento rápido es la forma más corriente que usa el cerebro para procesar información. Es instantáneo y consume muy poca energía. Es el sistema intuitivo y emocional.
Descrito por primera vez en 2011 por el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, este sistema nos permite, por ejemplo, saber que una cosa está más cerca que otra, caminar sin fijarnos, detectar alegría en la expresión de una persona, o leer, sin pretenderlo, un mensaje publicitario sencillo.
El cerebro recurre también a la lógica borrosa o difusa, una propiedad que es muy difícil de replicar informáticamente, pero que permite procesar información a partir de datos imprecisos: por ejemplo, cómo va a ocurrir algo y cuándo.
La lógica borrosa regula también la mayor parte de nuestras vidas: frecuentemente recibimos instrucciones como “gira un poco más a la derecha” y “no vayas tan rápido”.
Gracias a la lógica borrosa, nadie nos dirá: “muévete 28 cm en rumbo verdadero de 136º” o “reduce en 3,8 metros por segundo tu velocidad”. Aunque esos enunciados son genéricos, somos capaces de reaccionar con precisión y ajustar la marcha del coche en el sentido pretendido.
Densidad de probabilidad
Los investigadores del Instituto Max Planck han descubierto además que el cerebro se vale un modelo de pensamiento rápido llamado función de densidad de probabilidad (FDP o PDF en inglés) para anticipar el futuro.
Este modelo permite al cerebro precisar con exactitud lo que va a pasar y cuándo. Asume que va a ocurrir independientemente del momento y realiza una estimación de cuándo va a tener lugar.
Distribuye la probabilidad de ocurrencia a través del tiempo en que puede producirse, para obtener una mayor seguridad en la precisión y disipar así la incertidumbre: ha determinado que el tiempo de reacción a un evento estocástico (no determinista) es proporcional al recíproco de su probabilidad.
Así nos prepara para cualquier eventualidad presente o futura, ya sea que la información sensorial proceda de la visión, de la audición o del sistema somatosensorial, que procesa estímulos relacionados con el tacto, la temperatura, la propiocepción (posición del cuerpo) y la nocicepción (dolor).
Entresijos cerebrales
El éxito del cerebro en la anticipación del futuro no depende solo del modelo utilizado, sino de la selección previa que ha debido realizar para cumplir su cometido.
En primer lugar, eligió el modelo de pensamiento rápido frente al modelo de pensamiento lento, también descrito por Kahneman.
Este segundo modelo es lógico y deliberativo, funciona muy despacio y consume mucha energía. Asociado a la experiencia, lo usamos para actividades mentales difíciles como los cálculos matemáticos complejos.
Cuando va a anticipar el futuro, el cerebro descarta este modelo y prefiere el sistema de pensamiento rápido porque lo que prima es acertar con rapidez algo que puede ocurrir.
En segundo lugar, el cerebro debió elegir también entre el modelo de pensamiento rápido llamado función de densidad de probabilidad y una alternativa también disponible: el modelo tasa de riesgo, más conocido por su expresión inglesa Hazard ratio.
Cálculos complejos
Este segundo modelo, empleado comúnmente para medir el riesgo financiero, sirve para calcular la probabilidad solo ante una situación inminente. Hasta ahora se creía que era el usado por el cerebro para anticipar el futuro.
La nueva investigación ha comprobado sin embargo que el cerebro escoge la función de densidad de probabilidad porque le permite añadir a la información de qué va a ocurrir, el cuándo tendrá lugar.
Por último algo no menos sorprendente: a pesar de que el cerebro escoge un sistema de pensamiento rápido para anticipar el futuro, calcula algo muy complejo (el factor tiempo a través de la probabilidad), una función que corresponde al sistema de pensamiento lento.
Lo consigue a través de la lógica borrosa y confirma así que este sistema de pensamiento rápido es muy eficaz.
Es tan potente que sirve incluso para las tribus amazónicas que no conocen los números: su sistema de pensamiento rápido es capaz de procesar también una compleja información de probabilidad tal como lo hace nuestro cerebro, a pesar de que sus miembros no pueden saber si quiera la edad que tienen.
Fuente: https://invdes.com.mx/ciencia-ms/descubren-el-sistema-cerebral-que-anticipa-el-futuro/
There are three ways to approach the future. The first is to identify the development trends that are clearly evident in the present and to consider their consequences. The assumption then is that some type of future can already be seen from the present and that we should currently focus on preparing for the coming changes. Therefore, it is appropriate to refer to this approach as preparing for the future. is an example of this approach.
But what if the conceptual basis is that there is no clear picture of the future yet and that we are to build it together? This allows us to discuss the desired alternate futures and how they should be constructed. This approach can be referred to as the planning futures. is an essential part of planning futures.
The third approach, which often receives less attention, is expanding on the futures. Its goal is to expand on the selection of futures and to challenge the assumptions made about the future. This is beneficial both to planning futures and preparing for them. With more identified futures, one encounters fewer surprising situations and preparing for them becomes easier. From a vast selection of futures, it may also be possible to discover desirable futures that one had not considered before.
A weak signal is the first indicator of a change or an emerging issue that may become significant in the future. Weak signals are often identified as a part of horizon scanning (environmental scanning) that supplements trend analysis and can be used as a foundation for defining wild cards. In such instances, they are a part of preparing for the future.
Weak signals can also be used to highlight future assumptions, challenge our perceptions of futures and to expand the selection of alternate futures. In Sitra’s Weak Signals work, we emphasise this aspect of weak signals. Although weak signals also supplement Sitra’s megatrend and vision work, the specific aim is to imagine different types of futures, challenge our assumptions about the future and to increase future capacity (the ability to use foresight information and to consider several alternate futures).
Therefore, in addition to the analysis of weak signals that we detected and interpreted in 2018, we have also aimed to make the methods of adopting weak signals available for others’ future work. The methods may include, for example, questions that have been proved to be effective for challenging familiar futures, work templates for collective interpretation or methods for recognising and interpreting weak signals.
A weak signal is an existing thing or phenomenon that can be interpreted as an indicator of potential greater change. It is useful to consider a weak signal as having three components:
Similar concepts to weak signals include silent signals, seeds of change and advance warning indicators. Occasionally, wild cards and black swans are also associated with weak signals. However, they are more about a sudden event or phenomenon that may have generated weak signals.
There were three partly overlapping phases in analysing weak signals: collection, interpretation and packaging. The collection of weak signals began early in 2018. The signals were collected through media monitoring, workshops, blogs and Twitter accounts that cover the future and previously collected signal data. A more detailed listing of the sources is available at the end of this text. The goal was to compile a vast scale of different types of signals. Sitra’s foresight function played a big role in the collection.
The collected signals were classified and saved in a database. The classification was implemented using PESTEC categorisation (political, economic, social, technological, environmental and cultural signals), VERGE categorisation (signals associated with defining, relating, interacting, production and consumption) and free-format subject identifiers. The database is available here.
In addition to the work done by experts, signals were interpreted at three internal Sitra workshops, two foresight workshops, one workshop at a regional foresight seminar and at a National Foresight Network Foresight Monday event. The goal of the interpretation was to dive deeper into what an individual signal or collection of signals would mean from different perspectives. Additional signals were also collected at the workshops. The following different methods were used for interpretation and at the workshops:
The results of the interpretation were packaged according to the PESTEC categories. The goal was to highlight the signal clusters and their potential impacts that were the most thought-provoking and expanded the most on futures. Diversity was also a focus when selecting signals and subjects. However, the selection is not intended to be a comprehensive description of all the potential weak signals.
In addition to the signals, the online articles and Weak Signals report to be published in early 2019 will include the questions, perspectives and methods that proved to be useful during the process. The aim is to help with the collection and interpretation of weak signals.
All collected signals are available for review in this Kumu database. The signals can be organised based on their PESTEC categories, articles and free-format subject identifiers. The signals include the link to the original news story or other written content about the topic.
Signals collected by others
Magazines and reports
News and blogs
Social media
Events
The article is a part of Sitra’s Weak Signals work, which introduces surprising, indistinct but possible future paths of development. The aim of the work is to highlight assumptions about the future, challenge future perceptions and to expand the selection of potential future scenarios – and to offer tools for utilising weak signals. Read more here.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/03/09/opinion/1583761497_924258.html
Se llevan las distopías, esas representaciones de un futuro alienado y hostil que invitan a mirar el presente como un eslabón doloroso entre un pasado ficticio pleno de felicidad y el porvenir fatal. Esa reinvención de lo vivido, que se filtra en las formas narrativas, invade también la esfera política, donde la nostalgia se ha convertido en un reclamo para el voto de los infelices. Parecen decirle a la gente: nosotros hemos fabricado la máquina del tiempo y te vamos a devolver al lugar que te mereces. Y no, la madurez consiste ni más ni menos en la aceptación del tiempo que te toca vivir. Por eso la distopía solo es interesante si se maneja como un juego de espejos con la realidad, a favor de la decencia y en contra de ese mirar para otro lado en el que nos hemos dejado arrastrar. Es decir, aceptar que toda ciencia ficción, todo relato histórico, toda pieza de época, de lo que habla es del presente en el que fue llevado a cabo.
Imaginen que el contagio del coronavirus se extiende por Europa de manera incontrolada mientras que en el continente africano, por las condiciones climáticas, no tiene incidencia. Aterradas, las familias europeas escaparían de la enfermedad de manera histérica, camino de la frontera africana. Tratarían de cruzar el mar por el Estrecho, se lanzarían en embarcaciones precarias desde las islas griegas y la costa turca. Perseguidos por la sombra de una nueva peste mortal tratarían de ponerse a salvo, urgidos por la necesidad. Pero al llegar a la costa africana, las mismas vallas que ellos levantaron, los mismos controles violentos y las fronteras más inexpugnables invertirían el poder de freno. Las fuerzas del orden norteafricanas dispararían contra los occidentales sin piedad, les gritarían: vete a tu casa, déjanos en paz, no queremos tu enfermedad, tu miseria, tu necesidad. Si los guionistas quisieran extremar la crueldad, permitirían que algunos europeos, guiados por las mafias extorsionadoras, alcanzaran destinos africanos, y allí los encerrarían en cuarentenas inhóspitas, donde serían despojados de sus pertenencias, de sus afectos, de su dignidad.