Fuente: www.estrategia.cl/texto-diario/mostrar/1182848/politicas-sobre-trabajo-empleo-orientacion-futuro

A principios de junio, fui invitado por el Centro Conjunto de Investigaciones (JRC), del Hub de Ciencia y Conocimiento de la Comisión Europea, como uno de los expositores de diferentes regiones del mundo, en la conferencia internacional en Bruselas del programa de Análisis Tecnológico Orientado al Futuro (FTA 2018). El encuentro propició un debate centrado en las políticas públicas necesarias para enfrentar los desafíos de la era digital y la Cuarta Revolución Industrial (CRI). En particular, hubo especial interés en la problemática del trabajo en este contexto y los diferentes enfoques y opciones con que se está abordando en Europa y otras latitudes.

El análisis se focalizó en las cuestiones siguientes: ¿Qué visión tenemos para el futuro del trabajo? ¿Qué desajustes de habilidades trae la transformación productiva y qué roles jugarán la educación y el aprendizaje? ¿Tendremos que abandonar el paradigma del «pleno empleo», y qué lo reemplazaría? ¿Cómo puede la política dar forma a la transición al futuro del trabajo?

Sin duda cuestiones fundamentales que están en la mira de los gobiernos, la OIT, la OCDE, la UNCTAD, el BID y diferentes centros de estudios. Por lo demás, no son ajenas a las causas que originan las disputas entre Estados Unidos y otros key players del comercio internacional. Y que se encuentran cada vez más en la raíz de este fenómeno económico contemporáneo: el crecimiento sin empleos.

Sin ir más lejos, habría que ver qué nos muestra el scanner aplicado a nuestra economía, que presenta por un lado un mayor dinamismo y crecimiento (4-4.5%), pero sube el desempleo (7.3%), lo que no se puede explicar solo por un aumento de la fuerza de trabajo o la inmigración. Sobre todo porque en nuestro caso la caída en el empleo se da de manera importante en el sector manufacturero (-2.4%).

Esta situación se produce también en países desarrollados. Según la OIT, las manufacturas en los EE.UU. representaban el 22% del empleo en 1980, luego 10,2% en 2011, y a las tasas de 1980-2011, será sólo 2,87% para el año 2030. La OCDE en sus estudios sobre el futuro del trabajo encuentra opiniones expertas que sitúan en 47% los empleos que en Estados Unidos están sujetos a sustitución, 39% en Alemania o 35% en el Reino Unido.

En nuestra región -el informe más reciente es del BID- en general los trabajadores de América Latina y el Caribe pasan la mitad de su tiempo en tareas que podrían automatizarse. En Argentina y Uruguay, aproximadamente dos tercios de las ocupaciones que existen actualmente corren el riesgo de ser reemplazadas por las tecnologías que ya están disponibles. La tasa de crecimiento promedio de la productividad laboral en la región ha disminuido en los últimos años. En 2016, el producto por trabajador era solo el 29 por ciento de los trabajadores en los Estados Unidos. El desajuste de habilidades en Chile es el doble que en los Estados Unidos.

Entrando en el análisis de una situación que afecta por igual a todos los países, aunque con diferente intensidad y urgencia, en términos generales, por razones metodológicas, creo que debemos hacer una distinción entre «el futuro del trabajo» y «el futuro del empleo«. Entonces, tendríamos que articular las políticas públicas en ambos sentidos.

El futuro del trabajo tiene que ver con la naturaleza y el tipo de trabajos requeridos en la era digital y la CRl, qué tipo de trabajos van a descartarse y cuales necesitarse. En consecuencia, remite a qué tipo de conocimientos, habilidades y competencias deben tener las personas para entrar en el nuevo mercado laboral. Requiere, por tanto, políticas sobre trabajo para la transformación productiva, teniendo en cuenta el impacto económico real del entorno digital en términos de destrucción y creación de puestos de trabajo, para tener la fuerza de trabajo con los niveles de productividad y competitividad necesarios, y con la capacidad de interactuar y compartir trabajo, e incluso responsabilidades, con robots y todo tipo de sistemas automáticos y de inteligencia artificial.

Entonces, hay que estimular la investigación, la innovación, desarrollar competencias, centrarnos en las MIPYMES y las mujeres, la universalización del uso de Internet y la alfabetización digital, lo que significa no solo poder utilizar los instrumentos o programas, sino la capacidad de crear y desarrollar programas. Debemos notar que, a nivel latinoamericano, todavía hay una gran diferencia en el potencial digital, que es la mitad que en Europa y un tercio que en los Estados Unidos. Lo mismo sucede en banda ancha, que es un tercio más bajo que el promedio de la OCDE. Obviamente, la educación es crucial. Pero una educación muy diferente, centrada en las «habilidades blandas», las competencias de innovación, el aprendizaje de larga duración y la alfabetización digital.

En cuanto al futuro del empleo, estimamos que tiene que ver con una cuestión social, porque a partir de ahora debemos considerar el empleo principalmente como un bien social y no solo como un factor de producción. Por lo tanto, articular políticas sociales para cuidar del empleo en la sociedad como un bien social, para el bienestar de las personas, y no solo para la producción de bienes y servicios.

Considerando la tendencia a la destrucción de empleo en ciertos sectores, generalmente los de personas con bajos ingresos, hay que atender, por un lado, a la necesidad de preservar la mayor cantidad posible de empleos, con medidas específicas orientadas, en primer lugar, a evitar o retardar el reemplazo de personas por máquinas, reemplazos que se deciden muchas veces no por razones de productividad, sino solo por consideraciones como género, edad, necesidades especiales, o simple facilidad de gestión. Asimismo, alentar políticas para facilitar el teletrabajo, la flexibilidad horaria, el autoempleo, y para preservar el contacto humano, etc.

Todo esto significa que el marco normativo debe actualizarse y adaptarse a estas realidades y a este propósito superior. En este sentido, es indispensable una sólida alianza entre los sindicatos, los empleadores y el Estado.

Teniendo en cuenta la estrecha relación entre el empleo y el bienestar individual y social, y la previsible brecha que se irá produciendo entre desocupados y ocupados, es preciso contar con instrumentos para garantizar a todas las personas la posibilidad de cubrir sus necesidades básicas, consideradas integralmente. Un nuevo sistema de bienestar es absolutamente necesario. Nuevos sistemas de pensiones, la salud y el ingreso universal tienen que ser medidas concretas. La pregunta es cómo financiar un sistema de protección social universal. Una de las formas inevitables, es la aplicación de impuestos y cotizaciones a los robots y los demás mecanismos de automatización, como ya se estudia en la UE y en algunos países en concreto.

El paradigma del pleno empleo en términos clásicos, va quedando en el pasado. La ecuación entre el aumento de la población y la destrucción de empleos debido a la tendencia hacia la automatización no permite una sociedad de pleno empleo en términos clásicos. Por lo tanto, es necesario sincerarse, hacerse cargo de esta realidad y crear un Sistema de «ocupación completa», es decir, que cada persona tenga algo relevante que hacer por sí mismo, su familia, su comunidad y el empleo no sea la única opción. Es un desafío mayúsculo para la gobernanza y la paz social.

Héctor Casanueva

Miembro del Directorio del

Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia.

Vicepresidente Ejecutivo del Foro Académico Permanente

Unión Europea-América Latina y el Caribe. Ex embajador de Chile ante la OMC.